Genuflexiones variopintas de un republicano

 

Un rey sin reino

 

Es una historia de amor, una historia de nuestro tiempo. Ella es una mujer independiente, inteligente, seria, profesional, responsable, trabajadora, cariñosa. De él no dicen mucho; se supone que ya lo conocemos. Cierro los ojos y veo entonces a mi hermano y su pareja. La felicidad es un paraje ilimitado; la alegría del pueblo adorna los rincones de ese lienzo. Abro los ojos y contemplo la desventura del pensamiento transportado a la realidad. Mi hermano depende del Euribor, de los caprichos de su patrón y de su resistencia al tedio diario. Se trata de otra historia. Nadie le rinde pleitesía a su paso. Su única comitiva es la sombra sempiterna que le persigue,  como los recibos traicioneros y los acreedores desalmados.

“Mi reino por unas vacaciones”, musita.

     Olvida, el pobre,  que ya perdió su reino el verano pasado a cambio de esa quincena en aquel humilde apartamento de alquiler.

 

Primogenitura y primigenia

 

Contradicciones varias, sumisas a la sinrazón. “No queremos una mujer extranjera para nuestro príncipe”, grita la señora embutida en su abrigo de cuadros. Caray, juraría que esta misma señora estuvo con ese mismo abrigo de los domingos apoyada sobre una valla hace poco saludando a la reina de España, Sofía...  de Grecia.

     Sinrazones varias, sumisas a la contradicción. “Hay que luchar por la igualdad de sexos, pelear por la igualdad de condiciones, alcanzar el fin de la discriminación por razón de sexo”. Pregunta inocente,  y previendo, asumiendo de antemano la esterilidad en la respuesta silenciada: ¿es que Elena y Marichalar no podrían ser respectivamente reina y rey consorte? ¿Es que, en todo caso, Cristina no podría desempeñar el cargo/carga de reina con habilidad, dignidad y desparpajo real?

     ¡Ah, que para eso está el varón!

 

Se abre la veda

 

Se apelotonan a la entrada de palacio. Los codos son importantes en estas situaciones. Es una carrera de fondo, una maratón, una prueba de resistencia. Ha comenzado el plazo de preinscripción, y los pelos lacios se enmarañan con los del vecino  en un ejercicio infinito de ruindades.

 Los agasajos pasan silbando cerca de las cabezas, como balas atolondradas, como balines de feria, de esos que se disparan con  la escopeta trucada. En la precipitación de las figuras de estiércol, la saliva se convierte en un peligro para los transeúntes. Esa saliva se escapa de unos labios podridos. La verborrea y el caciquismo resuenan atronadores. Poco a poco se va generando una multitud. Todos quieren formar parte del pueblo elegido. El mar se abrirá de nuevo para ellos, aunque, demonios, en este caso no tienen de quién huir. Si acaso,  de su inquebrantable indecencia.

 

Visto lo visto

 

La respublica camina resfriada por tierra de nadie. Asaltada con violencia, fue violada hasta la saciedad por aquellos bandoleros de traje de seda. Se divirtieron lo suyo mientras unos muchachos repletos de galones custodiaban la entrada a escena. De res hemos pasado a rex. Que cada cual decida si es una herencia legítima o no. Esto escapa a la tele. Bueno, como ya saben,  todo lo que debe escapar a la tele escapa a la tele.                       Giran los guiñoles como el girasol de juguete de un niño pobre. La concurrencia aplaude en el preludio del banquete. Su olfato les vale para soñar que mastican los productos escogidos de la viña olímpica. Les basta ese hilo de olor a estofado para recrearse en su condición de seres inferiores.

     Debe cambiar el dicho. Es urgente el trasplante. No cabe ya decir que alguien tiene más moral que el Alcoyano. Se hace justo e imprescindible decir a partir de ahora –visto lo visto-  que ese alguien tiene más moral que un republicano.   

 

Lo que usted diga, señor alcalde

 

Alberto Ruiz-Gallardón asegura que la ciudad de Madrid “se siente muy honrada” por haber sido elegida como escenario de la futura boda entre el príncipe Felipe y la periodista Letizia Ortiz. Coño, la ciudad, la ciudad. A ver qué dice la ciudad de los atascos, de la doble fila, de los precios de sus viviendas, de la suciedad en las calles de sus barrios obreros, de la delincuencia en su distrito Centro...

     No contento ni satisfecho con tal nimiedad (hacer hablar a la ciudad), don Alberto  hizo, además, llegar a la Casa Real la felicitación del pueblo de Madrid por la buena nueva, lo de la boda. Así que el alcalde de Madrid pasó del vulgo republicano, de los que “ni chicha ni limoná” ante la unión eclesiástica venidera, vamos de esos a los que les trae al pairo con quién se case el heredero de la corona española. El alcalde de Madrid pasa, pues,  de los madrileños que no piensan como él.

En definitiva, que decide y habla  por usted y por servidor, aunque nuestros pareceres estén tan distantes como  la lógica discursiva y la lógica de Gallardón.

Con lo mono que está calladito y subiendo los impuestos.

 

Enredadera

 

El término vocación proviene del latín (vocatĭo, -ōnis; acción de llamar). Mi colega Letizia Ortiz ha ejercido la profesión de periodista por vocación, o sea, por una supuesta llamada. Ahora, su “vocación de servicio a los españoles”, que suena como muy institucional, obedece a otra llamada.

     El término ambición proviene también del latín (ambitĭo, -ōnis), y no representa sino “el deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama”.

     ¿Puede ser alguien ambicioso por vocación?<

 

Para escribir al autor:  Marat@vodafone.es

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