[Del 1 al 7 de abril de 2005]

 

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Del PCTV como variable

(Jueves 7 de abril de 2005)

Ayer me crucé en el centro de Bilbao con una camioneta con potente equipo sonoro  cuyos ocupantes hacían propaganda electoral para el PCTV-EHAK. Vi también por las paredes bastante propaganda de ese mismo partido, del que nadie había oído hablar hace una semana. Hoy constato que una conferencia de prensa de sus candidatos por Guipúzcoa merece los honores de la fotografía de portada de Gara, que da amplia información sobre su defensa del derecho de autodeterminación. También recoge lo que dijeron cuando se les preguntó si, en el caso de que Batasuna pida el voto para ellos, invitarán a líderes de la organización ilegalizada a participar en sus mítines. Si se produce esa petición de voto, ya verán lo que hacen, respondieron.  

Al Gobierno de Rodríguez Zapatero se le ha pasado el plazo para solicitar la ilegalización de las candidaturas del PCTV-EHAK. Dice que los informes que ha recibido de la Policía y de la Guardia Civil no aportan nada que pruebe la vinculación de ese partido con Batasuna. El dato no me dice gran cosa: en algunos sumarios de la Audiencia Nacional figuran informes policiales que vinculan con Batasuna, y hasta con ETA, a personas que ni han tenido ni tienen nada que ver ni con una ni con otra. Los informes policiales son como las encuestas sobre intención de voto en Euskadi que se están publicado durante estos días: tanto los unos como las otras dicen lo que quieren que digan quienes los han encargado.

No me cabe la menor duda de que, si el Gobierno de Zapatero hubiera querido anular las listas del PCTV-EHAK, lo habría intentado. Y probablemente conseguido. Se habría apoyado en lo que fuera: en los lazos familiares que unen a algunos candidatos de ese partido con dirigentes de LAB, por ejemplo. Y no lo ha hecho. Dice el presidente del Gobierno central que, si en el futuro quedara claro que el PCTV es una segunda marca de HB mantenida hasta ahora en estado de hibernación política por si algún día llegaba a ser necesaria, tiempo habrá para promover su ilegalización. Pero el argumento no vale a los efectos que él pretende: en el caso de que el PCTV llegara a obtener escaños, el partido podrá ser ilegalizado, pero sus diputados seguirán siendo diputados, igual que pasó con Sozialista Abertzaleak en la pasada legislatura.

Comenté en el apunte del martes pasado que, en mi criterio, sólo hay dos incógnitas que las elecciones del 17 deberán despejar: la primera, qué parte del electorado de la izquierda abertzale respaldará al PCTV si Batasuna pide el voto para sus candidaturas; la segunda, a quién perjudicará más el descenso de la participación (que doy por seguro).

Hay que suponer que Rodríguez Zapatero ha actuado tratando de sacar el máximo jugo partidista a esas dos variables.

Lo cual no quiere decir que se lo vaya a sacar. Pero por intentarlo no pierde nada.

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Insaciable Cuevas

(Miércoles 6 de abril de 2005)

El presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, la CEOE, es un hombre insaciable. No digo «un empresario insaciable» porque Cuevas ni es ni ha sido nunca empresario: es un político curtido en el aparato del franquismo que los empresarios tienen contratado de antiguo para que se gane el sueldo ideando cómo fastidiar más y más a la gente trabajadora.

Siempre me ha tocado las narices esa manía que tienen los políticos centralistas –y muchos ciudadanos que simpatizan con ellos– de criticar a los nacionalistas vascos y catalanes por su actitud «insaciable». «En cuanto les das una cosa, ya están pidiendo otra», dicen. El reproche es absurdo. En primer término, porque se trata de «cosas» que no son de su propiedad, de modo que malamente podrían «darlas». Y en segundo lugar, porque los nacionalistas no ocultan su objetivo estratégico, que es la soberanía (aunque se trate de una soberanía compartida), de modo que no tiene sentido afearles que apunten de manera sistemática en esa dirección. Buscan una meta y trabajan para conseguirla.

No es el caso de la jefatura de la CEOE. Ésta sí es decididamente insaciable: no se pone límites. Según logra una ventaja, ya está pidiendo la siguiente. No para nunca de reclamar leyes que permitan a los empresarios extender la contratación precaria, pagar menos impuestos y recortar las prestaciones sociales. No le basta con que la tasa de precariedad laboral en España sea tres veces superior a la media comunitaria. Quiere más. Ayer, Cuevas pidió que se amplíe –que se generalice, en realidad– el campo de aplicación de los llamados «contratos por obra», pero sin las restricciones que tienen ahora. Se trataría de que todo quisque pueda ser contratado para la realización de una determinada tarea, sin una fecha de finalización prefijada, y despedido cuando la empresa decida dar por concluida la tarea. En la práctica, esa modalidad contractual podría utilizarse como un subterfugio para convertir todos los empleos en temporales: bastaría con que los patronos utilizaran términos vaporosos a la hora de fijar la tarea que es objeto del contrato. 

Lo que más me molesta, de todos modos, no es que la CEOE pretenda siempre más y más, sino que encuentre presuntos «expertos» en el campo académico y en los medios de comunicación que inmediatamente le hacen coro, afirmando que, en efecto, «en este mundo de hoy, en el que la competencia es implacable», «estamos obligados» a ser crecientemente competitivos, rebajar los costes, incrementar los rendimientos del trabajo, alcanzar tasas superiores de productividad, etcétera, etcétera. Siempre encuentran justificación para ello. La encuentran cuando la economía pasa por momentos de recesión, porque «hay que apretarse el cinturón», y la encuentran cuando se halla en fase de expansión, porque «hay que emplear el capital para realizar nuevas inversiones». Nunca se reúnen las condiciones necesarias para ampliar el margen de los costes salariales, la contribución empresarial a las arcas públicas y la mejora de los servicios sociales.

Entre tanto tecnicismo, corremos el riesgo de perder de vista –de que nos hagan perder de vista– que el objetivo esencial de la economía no es que se produzca más, se venda mucho o se logre la repera en verso en materia de productividad, sino que la gente viva mejor.

Explicaré lo que quiero decir contando una historieta. Allá por 1985, cuando ejercí de redactor-jefe de la revista Mar, del Instituto Social de la Marina, me tocó viajar a Hondarribia para hacer un reportaje sobre los merluceros de la localidad. Salí a pescar con ellos –yo sólo pesqué un mareo, pero da igual– y charlé con los unos y con los otros, en especial con el patrón mayor de la Cofradía, Esteban Olaizola. En aquellos tiempos estaban muy en boga las doctrinas de Fernando González Laxe, gran preboste del PSOE, que preconizaba la industrialización de las flotas pesqueras, lo que –decía– habría de redundar en una productividad mucho mayor. Esto fue lo que me arguyeron los pescadores: «Aquí nos dedicamos a pescar merluza con pincho y caña. Es un arte con muchas limitaciones, pero que nos permite conseguir una merluza de primera categoría. Salimos a la mar por la mañana y por la tarde estamos en casa. Vendemos la merluza a muy buen precio. Vivimos bien. En el pueblo no hay apenas paro. Nuestra calidad de vida es comparativamente muy alta. ¿Para qué serviría que nos embarcáramos en grandes barcos? Haría falta mucho menos personal. Las capturas sería mucho más importantes, pero la calidad de la merluza, menor. Además, contribuiríamos a agotar los caladeros. Así estamos bien. No queremos industrializarnos.»

Pues eso: vivir bien. No necesariamente producir más y más barato.

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Precampaña sin campaña

(Martes 5 de abril de 2005)

El debate televisado entre los cuatro candidatos legales a la Lehendakaritza del Gobierno vasco fue la plena confirmación de lo que muchos venimos diciendo desde que se inició esta campaña electoral: que está de sobra. La única incógnita que existía era –para quien lo fuera– qué iba a suceder con Aukera Guztiak. Confirmada la retirada forzosa de sus listas, parecía evidente que estábamos abocados a 15 días de «basura», dicho sea en términos propios del baloncesto.

Todo lo que cada candidatura tiene que decir está ya dicho desde hace meses, si es que no años. Y lo que éste o el otro no quiere decir –porque cree que no le conviene, o porque espera a conocer los resultados electorales para ver por dónde tira– no lo va decir ahora. Al debate de ETB me remito: no hubo manera de que Patxi López soltara prenda sobre sus planes futuros de alianzas ni hubo modo humano de que Ibarretxe explicitara en qué medida está dispuesto a replantearse los términos de su famoso plan y en qué medida no.

Se hace tanto trabajo hoy en día en las precampañas que las campañas propiamente dichas se quedan vacías de contenido. Los partidos prefieren las precampañas por muchas razones: están sujetas a menos restricciones legales, dan más tiempo para que calen sus discursos (tal como dicen los campesinos, agua de lluvia no quita riego), resultan más baratas... Además, la experiencia ha demostrado que los acelerones electorales de última hora son muy peligrosos: pueden provocar el patinazo. Que se lo pregunten si no a Mayor Oreja, que lanzó tal ataque en tromba en los últimos días de la campaña de 2001 que logró justo lo contrario de lo que pretendía: consiguió que se movilizara como nunca el electorado nacionalista, al que logró atemorizar. Sabedores de ello, los candidatos prefieren atenerse fielmente al guión planificado. O sea, que se repiten más que la morcilla.

Por supuesto que durante las campañas pueden producirse sucesos imprevistos de importancia mayor. Si lo sabrá Aznar. Pero lo imprevisto no se puede planificar, por definición. Llegado el caso, cada cual improvisa lo mejor que sabe. Cuando sabe.

En el caso de las vecinas elecciones autonómicas vascas existen varias incógnitas. Una es el comportamiento que tendrá el electorado abertzale radical: en qué medida optará por abstenerse y en qué proporción decidirá votar (y, en tal caso, a qué listas). Otra, qué efecto tendrá en la distribución de escaños la menor afluencia a las urnas, que parece inevitable. Pero ninguna de esas incógnitas, precisamente porque lo son, alterará los mensajes electorales de las diferentes candidaturas. 

Quiero decir con todo esto que, bien mirado, podría votarse el próximo domingo y un rollo menos que nos tocaba aguantar.

Con una semana de campaña basta y sobra. Que ya están de por sí bastante plastas los noticiarios.

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El periodismo obligado

(Lunes 4 de abril de 2005)

No había comentado nada de la curiosa polémica que se trajeron hace unos días Esperanza Aguirre y Eduardo Haro Tecglen. El columnista de El País escribió en duros términos sobre la presidenta de la Comunidad de Madrid (cosa bien comprensible, porque la señora se las trae) y ésta respondió con una carta al director en la que reprochaba a Haro haber ejercido de plumífero falangista, lo cual es cierto, y él finalmente no niega (y digo «finalmente» porque en un principio publicó otra carta al director de El País en la que aseguraba que «todas» las afirmaciones contenidas en la misiva de Aguirre eran falsas. No pudo mantener ese extremo porque somos muchos los que hemos podido leer algunas de las encendidas alabanzas que el joven Haro dedicó al Generalísimo Franco y a José Antonio Primo de Rivera). No obstante, el Haro mayor se muestra indignado con ese reproche y contesta diciendo que sólo falta que «quienes (le) obligaron a escribir esas cosas» en su juventud vengan ahora a echárselas en cara.

No es la primera vez que me topo con ese argumento defensivo de Haro y confieso que siempre me ha dejado perplejo. No me imagino cómo pudieron obligarle a escribir loas a Franco.

Aunque algo menos anciano que él, yo también viví bajo el franquismo. Y escribí sobre aquello, ciertamente. Pero en contra. En periódicos clandestinos. Ni se me ocurrió la posibilidad de hacer literatura política en las publicaciones oficiales del Régimen. Era evidente que en aquel ambiente de fascismo recalcitrante no tenía sentido que alguien de izquierda tratara de ejercer de columnista político.

Hubo bastantes intelectuales, escritores y periodistas demócratas que optaron por otra salida, a la que con los años yo también me apunté: la que abrían las fronteras. El exilio.

Quiero decir con ello que cada cual se las arregló como pudo –bastante mal, por lo general– pero, que yo sepa, Haro es el único que se sintió obligado a escribir panegíricos a favor del Caudillo.

Hace un par de años me tocó presentar mano a mano con él un libro (un interesante libro, por cierto) en Madrid y mantuvimos otra breve polémica de este mismo estilo. Surgió cuando él argumentó que un columnista no puede permitirse el lujo de ir en contra de la línea editorial y los intereses del patrón para el que trabaja. Tampoco pude dar por válido ese argumento. Es indudable que hay patronos con cierta manga ancha, y otros –caso del patrón del propio Haro– que la tienen ceñidísima, pero una cosa es que no puedas ejercer de oposición interna y otra que te sientas obligado a poner por los cuernos de la luna al menda que te asegura la nómina. Al final, tus lectores ya no saben qué cosas escribes porque te consideras obligado y cuáles porque las piensas de verdad.

Nota 1.– El mal funcionamiento que tuvo ayer la conexión de esta web con la Red provocó que el número de visitas bajara espectacularmente. Es muy probable que la media mensual se vea afectada por ello.

Nota 2.– Los lectores de esta página, expertos y vigilantes, han encontrado los textos de los tres poemas de Nicolás Guillén que cité ayer de memoria. Los copio, porque valen la pena:

 

Pequeña letanía grotesca en la

muerte del senador McCarthy

 

He aquí al senador McCarthy

muerto en su cama de muerte,

flanqueado por cuatro monos;

he aquí al senador McMono,

muerto en su cama de Carthy

flanqueado por cuatro buitres;

he aquí al senador McBuitre

muerto en su cama de mono,

flanqueado por cuatro yeguas;

he aquí al senador McYegua,

muerto en su cama de buitre,

flanqueado por cuatro ranas:

McCarthy Carthy.

 

He aquí al senador McDogo,

muerto en su cama de aullidos,

flanqueado por cuatro gangsters;

he aquí al senador McGángster,

muerto en su cama de dogo,

flanqueado por cuatro gritos;

he aquí al senador McGrito,

muerto en su cama de gángster,

flanqueado por cuatro plomos;

he aquí al senador McPlomo,

 muerto en su cama de gritos,

flanqueado por cuatro esputos:

McCarthy Carthy.

 

He aquí al senador McBomba,

muerto en su cama de injurias,

flanqueado por cuatro cerdos;

he aquí al senador McCerdo,

muerto en su cama de bombas,

flanqueado por cuatro lenguas;

he aquí al senador McLengua,

muerto en su cama de cerdo,

flanqueado por cuatro víboras;

he aquí al senador McVíbora,

muerto en su cama de lenguas,

flanqueado por cuatro búhos:

McCarthy Carthy.

 

He aquí al senador McCarthy

McCarthy muerto,

muerto McCarthy,

bien muerto y muerto,

amén.

 

Epitafio para Lucía

 

Murió callada y provincial.

Tenía llenos los ojos de paz fría,

de lluvia lenta y lenta melodía.

Su voz, como un cristal esmerilado,

anunciaba un resplandor encerrado.

Se llamó, la llamaban vagamente Lucía.

(En este breve mármol ha quedado

toda su biografía.)

 

Elegía a Emmet Till

                              (a Miguel Otero Silva)

En Norteamérica,
la Rosa de los Vientos
tiene el pétalo sur rojo de sangre.

El Mississippi pasa
¡oh viejo río hermano de los negros!
con las venas abiertas en el agua,
el Mississippi cuando pasa.
Suspira su ancho pecho
y en su guitarra bárbara,
el Mississippi cuando pasa
llora con duras lágrimas.

El Mississippi pasa
el Mississippi cuando pasa
árboles silenciosos
de donde cuelgan gritos ya maduros
el Mississippi cuando pasa,
y mira el Mississippi cuando pasa
cruces de fuego amenazante,
el Mississippi cuando pasa,
y hombres de miedo y alarido,
el Mississippi cuando pasa,
y la nocturna hoguera
a cuya luz caníbal
danzan los hombres blancos,
y la nocturna hoguera
con un eterno negro ardiendo,
un negro sujetándose
envuelto en humo el vientre desprendido,
los intestinos húmedos,
el perseguido sexo,
allá en el Sur alcohólico,
allá en el Sur de afrenta y látigo,
el Mississippi, cuando pasa.

Ahora ¡oh Mississippi,
oh viejo río hermano de los negros!,
ahora un niño frágil
pequeña flor de tus riberas,
no raíz todavía de tus árboles,
no tronco de tus bosques,
no piedra de tu lecho,
no caimán de tus aguas:
un niño apenas,
un niño muerto, asesinado y solo,
negro.

Un niño con su trompo,
con sus amigos, con su barrio,
con su camisa de domingo,
con su billete para el cine,
con su pupitre y su pizarra,
con su pomo de tinta,
con su guante de béisbol,
con su programa de boxeo,
con su retrato de Lincoln,
con su bandera norteamericana,
negro.

Un niño negro asesinado y solo
que una rosa de amor
arrojó al paso de una niña blanca.

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McCarthy muerto

(Domingo 3 de abril de 2005)

Me vino ayer al recuerdo la obra de Nicolás Guillén, el renombrado poeta cubano.

La leí con fervor en mi adolescencia. Me hice con una curiosa antología bilingüe, español-italiano, que tomé prestada y nunca restituí, según un hábito muy arraigado en mí por aquel tiempo (fui un gran ladrón de libros).

Hubo algunos poemas de Guillén que me impresionaron tanto que no sólo me los aprendí entonces de memoria, sino que los sigo recordando.

Por ejemplo, uno que supongo que debía de llamarse algo así como Epitafio para Lucía.

Si no me falla la memoria, decía:

Murió

callada y provincial.

Tenía

llenos los ojos de paz fría

de lluvia lenta

y lenta melodía.

Su voz

como un cristal esmerilado

anunciaba

un resplandor encerrado.

Se llamó

la llamaban pálidamente Lucía.

(En este breve mármol ha quedado

toda su biografía.)

Quizá no sea exactamente así, pero no creo que varíe mucho.

No tengo la obra de Nicolás Guillén –supongo que algún amigo supo que el libro era robado y decidió que continuara el ciclo–, de modo que me puse a buscar ese poema en la Red. No lo encontré. Me topé con los versos más tópicos, patrióticos y militantes de Guillén (del tipo de «Para hacer esta muralla, tráiganme todas las manos...», etc.), pero no con los que marcaron con más fuerza mis 15-16 años.

Me conmovió de crío también otro poema, delicadísimo, llamado Elegía a Emmet Till («Y mira el Misisipí cuando pasa, / oh viejo río hermano de los negros...»), dedicado a un chaval que fue linchado por la gentuza del Klu Klux Klan, y que se convirtió a finales de los 50 en un bandera de la lucha por los derechos civiles en EEUU. Tampoco aparece en las breves antologías colgadas en la Red.

Pero el poema que en realidad quería encontrar y que busqué anoche con más ahínco –y con idéntica falta de éxito– es otro, titulado Pequeña letanía grotesca a la muerte del senador McCarthy. Lo escribió Guillén horas después de conocer la noticia de la muerte de Joseph R. McCarthy, el senador que presidió el Comité de Actividades Antiamericanas y que desató una torva caza de brujas contra la intelectualidad progresista de los EEUU. Fabricó Guillén contra él en mayo de 1957 un exabrupto total, una maldición rabiosa.

Rescato de mi memoria de chaval la idea central del poema:

He aquí al senador McCarthy

muerto en su cama de muerte

flanqueado por cuatro simios.

He aquí al senador McSimio

muerto en su cama de Carthy

flanqueado por cuatro buitres.

He aquí al senador McBuitre...

Y seguía así, identificando a McCarthy con toda suerte de animales. Y no animales: «He aquí al senador McGángster...», «He aquí al senador McTumba...». Machacona, implacablemente.

Acababa diciendo:

McCarthy muerto,

Muerto McCarthy,

Muerto y bien muerto.

Amén.

Era ése el poema de Guillén que ayer me estuvo rondando la cabeza de manera más insistente.

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¿El partido qué?

(Sábado 2 de abril de 2005)

«¿Partido Comunista de las Tierras Vascas? ¿Y de dónde ha salido eso?». Cuando me enteré de la existencia de una candidatura identificada con ese nombre, pensé que mi residencia itinerante me está alejando cada vez más del conocimiento preciso de la vida política vasca. Pero acabo de leer que la gente de Aukera Guztiak dice que lo único que sabe acerca de ese partido es lo que la prensa ha publicado en estos últimos días. Nunca habían visto a sus militantes en ningún sitio. O sea, que estamos en las mismas. Gara escribe hoy que el llamado Euskal Herrialdeetako Alderdi Komunista (EHAK,  PCTV en castellano) es un partido «casi desconocido». No explica el porqué de ese «casi», y es pena. He indagado en la Red y veo que sólo aparece mencionado a cuento de estas cosas de ahora mismo. ¿Un partido político que no tiene siquiera su web propia? Raro ¿no?

EHAK ha anunciado que ofrece sus candidaturas al proyecto de Aukera Guztiak, pero se me escapa cómo podría materializar la oferta. No puede retirar sus candidatos para dejar paso a otros: la ley no permite revocar las listas en plena campaña. Y sería absurdo que Aukera Guztiak llamara a sus frustrados electores a votar las listas de un partido «casi desconocido» basándose en una simple promesa de fidelidad posterior.

A no ser que...

A no ser que la izquierda abertzale tenga plena certeza de que puede fiarse de las candidaturas de EHAK por razones que todavía no ha explicitado.

Estaríamos, de ser así, ante lo que algunos medios vascos han llamado «el plan C»: mientras todos los focos estaban centrados en Aukera Guztiak, unas candidaturas ignotas, amparadas por un partido de entidad casi nula, pasaban todos los controles sin que las autoridades del Estado les prestaran la más mínima atención. Y sin que nadie les exigiera, por supuesto, que hicieran ninguna condena expresa de ETA, ni nada por el estilo.

La hipótesis resulta rocambolesca pero, de confirmarse, sería de traca.

Otra cosa es que la finta acabara saliendo bien. Primero, porque el Estado puede echar manos de recursos de excepción –los tiene, y cuando no los tiene se los inventa– para dejar fuera de juego esas candidaturas, alegando que han incurrido en un fraude de ley (o lo que sea: le encargan de ello al Tribunal Supremo y él se las arregla). Y segundo, porque puede haber sectores de la izquierda abertzale que no vean nada claro que haya que votar a un partido misterioso (los actos de fe se llevan cada vez menos).

En todo caso, se puede decir cualquier cosa menos que el patio no esté animado.

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Me concierne / No me concierne

(Viernes 1 de abril de 2005)

Karol Wojtyla, alias Juan Pablo II, agoniza.

–¿Y tú qué por qué tienes que hablar de él, si eres ateo? –me dice por enésima vez mi buen amigo Gervasio Guzmán.

Primer punto: yo no me defino como ateo. No sitúo la idea de Dios en el capítulo de los asuntos que me mueven a tomar partido. No creo en la existencia de Dios, desde luego, pero hay muchísimas otras entelequias en cuya existencia tampoco creo, y no por ello asumo ninguna bandería específica. Por ejemplo: no creo en los fantasmas. Ni en las sirenas. Tampoco creo que existan los marcianos. ¿Habré de definirme por ello como afantasmal, asireneo y amarcianita? Espero que no.

El debate sobre la existencia o inexistencia de Dios –de todos los dioses, en general, y de cada uno de ellos, en particular– no me concierne.

Pero cabe examinar la trayectoria vital de Karol Wojtyla, lo mismo que la realidad de la iglesia que ha encabezado durante tantos años, al margen de su pretendida conexión con tal o cual divinidad, como fenómenos estrictamente humanos.

Siendo así, asumo el viejo aforismo latino: «Nihil humanum a me alienum puto». Nada humano me es ajeno. Lo humano me concierne.

Es probable que Karol Wojtyla fallezca en las próximas horas, si es que no se ha muerto ya. Y apuesto uno a diez –otra apuesta que nadie me aceptará– a que los editoriales de cientos de periódicos de todo el mundo harán el mismo balance ramplón. Hasta puedo predecir el titular: «Luces y sombras de un papado». Las luces: su honda preocupación social, su lucha por la paz, etcétera. Las sombras: sus posiciones retrógradas en materia de costumbres, familia, sexo y demás.

Es un balance falso.

Un balance correcto requiere de magnitudes del mismo tipo. La supuesta «honda preocupación social» y la tan mentada «lucha por la paz» de Karol Wojtyla no ha traspasado jamás la frontera de las proclamas y los discursos. En la práctica, ha tenido excelentes relaciones con las más altas autoridades del neoliberalismo, el neocapitalismo y la neoexplotación a escala internacional, lo mismo que con los señores de la guerra del mundo entero, empezando por George W. Bush. De hecho, no ha movido un dedo para que las inmensas riquezas que posee la Iglesia Católica –en terrenos, en edificios, en obras de arte– hayan salido al mercado, así sea en proporción mínima, para obtener con qué dar socorro a los parias de la Tierra. En cambio, las batallas que Karol Wojtyla ha encabezado contra el control de la natalidad, contra el uso de profilácticos en las relaciones sexuales, contra la igualdad de derechos de las mujeres (dentro de su propia iglesia, para empezar), contra el derecho al aborto, contra el divorcio, contra los avances de la genética con fines terapéuticos... y un largo etcétera, han sido reales y muy reales, y han repercutido gravemente sobre millones de personas a lo largo y lo ancho de todo el mundo.

¿Luces y sombras? Con las luces de la trayectoria vital de ese caballero no se podría iluminar ni el camino del infierno.

Suerte tiene de que no exista el reino de las tinieblas.

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