[Del 13 al 19 de mayo de 2005]

 

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Un obstáculo para la paz

(Jueves 19 de mayo de 2005)

Todo objetivo político de primera línea –«estratégico», que se decía antes de que se impusiera el spanglish y se empezara a hablar de estrategia hasta para los saques de faltas en el fútbol– precisa de un trabajo sistemático de preparación de la opinión pública. Hay que explicar una y otra vez y a gran escala tanto su bondad y su conveniencia como los problemas que acarrearía a la mayoría seguir otro camino.

Un problema muy grave que afronta la opción de la salida dialogada al conflicto vasco por la que tímidamente se está asomando Rodríguez Zapatero es que no cuenta con los medios de comunicación de masas que se precisan para emprender esa tarea como es debido. Todos los grandes consorcios propagandísticos con sede en Madrid y cobertura general son –unos más, otros menos, pero todos– hostiles o, en el menos desfavorable de los casos, muy reticentes a esa apuesta.

Digo esto último con referencia, obviamente, a los medios del grupo Prisa, muy en especial a El País y la Ser. En el sanedrín ideológico del grupo hay un núcleo de gente muy influyente y con mucha capacidad de decisión –y de censura– que ve con franco disgusto el camino emprendido por Zapatero. Hablo de gente como Pradera, como Savater, como Unzueta, que tienen mano alta en la línea editorial y que están, básicamente, en las posiciones de ¡Basta Ya! y del Foro de Ermua. Me llegan noticias de intervenciones suyas decisivas para evitar que los dos buques insignia del grupo se puedan ir situando en este terreno –también en este terreno, habría que decir– al servicio de la política del presidente del Gobierno. Los muy prudentes avances realizados en ese sentido por Iñaki Gabilondo se han visto una y otra vez en apuros. Por el otro extremo, las posiciones de José Bono, de un lado, y las de los disidentes de la línea de Patxi López en el PSE, del otro, encuentran el más favorable de los ecos.

De los demás medios no creo que valga la pena hablar mucho. Lo de la Cope es de pura caricatura, aunque Onda Cero no tenga mucho que envidiarle. Antena 3, lo propio. Los canales autonómicos, salvando las dos excepciones de rigor, otro tanto.

A la línea general de las empresas se une el problema de los profesionales mejor pagados de los medios, que han repetido tantas veces, durante tanto tiempo y con tanto entusiasmo el mensaje monocorde del viejo pacto PP-PSOE que ahora no ven de qué modo podrían, aunque quisieran, ponerse a decir algo sustancialmente diferente. Así que ponen pie en pared y se resisten como fieras.

Ése es un muy grave inconveniente que Zapatero tiene que abordar con realismo. Sabiendo qué significa el realismo cuando se es presidente de Gobierno. Tiene que servirse a tope de los medios que tiene a su alcance. Un ejemplo: la Cope es de la Conferencia Episcopal, ¿no? La Conferencia Episcopal recibe todos los años una pasta gansa del Estado, ¿no? Hay una demanda social muy importante a favor de que la Iglesia Católica se financie por sus propios medios, ¿no? Pues a mover esas piezas y a ver cómo cabe recolocarlas.

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Sobre el lío del Parlamento vasco

(Miércoles 18 de mayo de 2005)

PREGUNTA. ¿Tiene derecho el PNV a presidir la Mesa del Parlamento vasco?

RESPUESTA. La candidatura PNV-EA fue, con gran diferencia, la más votada en las pasadas elecciones autonómicas y la que tiene un mayor número de escaños. Siendo así, parece lógico que sea un diputado o diputada de esa candidatura quien ocupe la Presidencia de la Cámara.

Ahora bien, derecho, en sentido estricto, no tiene. No hay ninguna norma que diga que la Presidencia debe recaer en el grupo parlamentario más nutrido.

PREGUNTA. Todos los grupos parlamentarios vascos, excepto el del PP, admiten que es lógico que la Presidencia de la Cámara recaiga en el PNV. Si es así, ¿por qué no se la dan, y asunto concluido?

RESPUESTA. Lo uno no conlleva lo otro. Respetar los resultados electorales no obliga a apoyar al vencedor.

PREGUNTA. El PSE ha comunicado al PNV que, si designa un candidato que no sea Atutxa y negocia la composición de la Mesa, respaldará que la Presidencia sea para el PNV. ¿Es justo eso?

RESPUESTA. No. El PSE no es quién para dictarle al PNV qué candidatos debe o no debe presentar. A lo que sí tiene derecho, por supuesto, es a no votar a los candidatos que le parezcan mal. Puede volver a presentar su propio candidato y bloquear con ello la elección de la Mesa, lo que verosímilmente acabará forzando al PNV a presentar otra candidatura. Pero una cosa es situar al partido de Imaz ante las limitaciones que le impone la actual realidad política y otra inmiscuirse en sus decisiones internas.

El caso de EHAK es parcialmente diferente. Sus diputadas han dejado claro que no apoyarán en ningún caso la candidatura de Atutxa, pero no han pretendido que el PNV pacte con ellas el nombre del candidato o candidata que le sustituya.

PREGUNTA.– El PNV dice que no ha tenido, no tiene y no tendrá ningún candidato a la Presidencia de la Mesa que no sea Atutxa. Dado que el Reglamento del Parlamento vasco no prevé qué hacer en caso de reiterado empate a votos entre dos candidatos, ¿cómo podría evitarse que eso se convierta en un callejón sin salida?

RESPUESTA.– La única salida que no obligaría al PNV a desdecirse es que fuera el propio Atutxa el que, apelando a su sentido de la responsabilidad, renunciara motu proprio a ser candidato.

De todos modos, lo sucedido demuestra que el Reglamento del Parlamento vasco presenta graves insuficiencias. Hay muchos reglamentos semejantes que prevén que, en caso de producirse un empate reiterado de votos parlamentarios, sea designado el candidato que tenga detrás una cantidad mayor de votos populares. Parece una solución correcta. De ser así, Atutxa sería ya presidente de la Cámara.

PREGUNTA.– El PNV se queja de «la pinza» que en este caso le están haciendo entre el PSE-PSOE y EHAK y afirma que es injusto que un grupo que tiene sólo nueve parlamentarios, como es EHAK, pueda convertirse en árbitro de la realidad política.

RESPUESTA.– El PNV sabe muy bien que no es raro que los avatares electorales conviertan en árbitros de los parlamentos a grupos mínimos, e incluso a un solo diputado. Conviene no olvidar en este mismo caso que, si el PNV ha logrado empatar a votos con la suma PSE-PP, ha sido por el apoyo que le ha prestado la diputada de Aralar. Sin ella, el candidato del PSE habría obtenido un voto más.

Ahora se especula con la posibilidad de que una diputada del PNV que acaba de salir de cuentas se vea obligada a ausentarse del Parlamento de Vitoria para dar a luz. ¿Qué ocurriría, de ser así? El PSE dice que no se aprovecharía de esa circunstancia. En todo caso, EHAK podría ceder un voto al PNV, según la tradición iniciada por Sozialista Abertzaleak en diciembre, para que la situación no derivara por un camino indeseado.

PREGUNTA.– Ayer apareció en Gara un artículo de Joxemari Olarra, miembro que fue de la Mesa Nacional de HB y dirigente reconocido de la izquierda abertzale, que ha sido muy comentado. El artículo, titulado «El PNV a la oposición. Hipótesis de trabajo ¿o tal vez más?», pone a parir al Partido Nacionalista, afirma que no ha hecho realmente nada digno de aplauso en ningún terreno y se pregunta si no sería más útil que el Gobierno de Vitoria pasara a manos de los socialistas. Tras asegurar que la prioridad para la izquierda abertzale es «la solución del conflicto», se pregunta: «¿Quién haría más en este recorrido, el que mendiga con Madrid o quien dispone de línea directa con el Gobierno español?». Visto el artículo de Olarra, la pregunta es: ¿está abierta la posibilidad de que la izquierda abertzale respaldara la llegada de Patxi López a Ajuria Enea?

RESPUESTA.– Contesto a la gallega, con otra pregunta. Según Olarra, ¿en qué mayoría podría apoyarse López para convertirse en lehendakari y obligar al PNV a pasar a la oposición? Descartada la posibilidad directamente surrealista de que el PSE se ganara el apoyo simultáneo del PP y EHAK, la única hipótesis que parece ofrecerse es que el PSE-PSOE aglutinara los votos de EHAK, EA, Ezker Batua y Aralar. Ni creo que el PSE-PSOE pudiera permitirse el lujo de pasear por las tierras de España el apoyo de EHAK ni me parece probable que EA, Ezker Batua y Aralar estuvieran por la labor de marginar al PNV.

Lo único que me parece digno de mención del artículo de Olarra es que crea que un Gobierno vasco presidido por alguien con «línea directa con el Gobierno español» –es decir, sometido a la disciplina del partido del gobierno central– pueda ser preferible.

 

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Lo pésimo no admite grados

Según suelo hacer para unificar los archivos, incluyo el texto de la columna que me publica hoy El Mundo, que no ha aparecido en forma de Apunte del Natural.

Aznar, Acebes y Rajoy están de acuerdo: el Gobierno de Rodríguez Zapatero es pésimo.

Se trata de una acusación de apariencia terrible, sin duda, pero muy poco práctica. Porque, tras haber definido al Gobierno como pésimo, ya no pueden reprocharle nada peor.

Tienen tres años por delante y ya han gastado toda su batería de descalificaciones.

Lo peor que tiene el recurso constante y sistemático al tremendismo en la lucha política es que anula la capacidad de asombro de la ciudadanía. Si a las primeras de cambio dices de uno que es un traidor, un vendido al terrorismo, un cómplice de los asesinos, un filoseparatista, un títere de poderes exteriores hostiles a la nación, un inútil y un ignorante, todo a la vez, ¿qué podrás reprocharle mañana para impresionar a la opinión pública? Ya sólo te quedará acusarlo de pederasta, como al fundador de los Legionarios de Cristo.

Están tomando a los ciudadanos por estúpidos. Y los habrá –hay de todo–, pero son muchos los que se dan cuenta de que, con demasiada frecuencia, los dirigentes del PP condenan a Rodríguez Zapatero por decir y por hacer lo que ni ha dicho ni ha hecho. Ahora están poniendo de vuelta y media al presidente del Gobierno porque, según ellos, está dispuesto a pactar con ETA a cambio de una tregua. Pero todos oímos lo que Zapatero propuso realmente en el Parlamento: que se le autorice a dialogar con ETA en el caso de que ésta proclame su renuncia definitiva a las armas. No dijo nada de una tregua temporal.

Entre lo que el PP dice que dice Zapatero y lo que Zapatero dice realmente, media un abismo.

En realidad, lo que Acebes dijo anteayer que está haciendo Rodríguez Zapatero es, oh paradojas de la vida, exactamente lo que hizo Aznar hace unos años: iniciar un proceso de negociación con ETA a partir del anuncio de una tregua no definitiva. Sólo que, hecho por ellos, se trataba de una iniciativa tan astuta como patriótica. En cambio, atribuido a Zapatero, aunque no lo haya hecho, es una auténtica aberración.

Hay gente que tiene una memoria histórica de lo más frágil. Pretende el PP que no cabría de  ningún modo invocar el interés colectivo del hoy para pasar páginas ominosas del ayer. Parece que olvidan que ésa fue la esencia misma de la Transición de la que tan orgullosos dicen sentirse. Las fuerzas políticas predominantes en la España de 1977 decidieron que cayera un tupido velo sobre los crímenes de 40 años de dictadura, renunciando no sólo a pedir cuentas a sus responsables, sino permitiéndoles incluso continuar en la vida política activa, y hasta en puestos de máxima responsabilidad.

Si alguien no tiene derecho a condenar inapelablemente esas amnesias políticas interesadas es el PP, heredero de Alianza Popular, ella a su vez heredera... en fin, de lo que todos sabemos.

Y los gallegos mejor que nadie.

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No siempre hay caminos rectos

que lleven a las cumbres(y 2)

(Martes 17 de mayo de 2005)

Dicen quienes se tratan más con los máximos dirigentes del PSOE que sienten un desasosiego cierto por el grado de distanciamiento al que están llegando con los de Rajoy. No se reprochan haberse excedido en sus críticas al PP –de hecho, están convencidos de haber hecho un notable esfuerzo de comedimiento–, pero ven con preocupación la situación que se ha creado. Porque entre sus proyectos clave se cuentan varios que prevén  reformas constitucionales y esas reformas no serán posibles si no las apoya el PP.

Las inquietudes del PSOE tienen no poco de vanas. Porque es cierto que les haría falta el voto del PP para cambiar la Constitución –por ejemplo, a la hora de aprobar el nuevo Estatut catalán–, pero no menos cierto es que el PP de Aznar y Acebes nunca le daría su voto en el Parlamento de Madrid para sacar adelante un Estatuto que reconociera los derechos de Cataluña como nación. Con lo que estamos ante la tópica pescadilla que se muerde la cola.

Mientras el PP sea el que es y esté cómo está, es muy de temer que los proyectos de reforma de la estructura territorial del Estado que impliquen cambios en el texto de la Constitución estén abocados al fracaso. De modo que, si Rodríguez Zapatero quiere avanzar realmente por esa vía, convendría que fuera pensando en la búsqueda de otros senderos que no impliquen la reforma de la Constitución. Senderos obligatoriamente más retorcidos, desde luego, pero eficaces en la práctica.

En el caso de Euskadi la cosa está relativamente clara. Debe apoyarse en la Disposición Adicional Primera de la Constitución, que reconoce la validez de los derechos históricos de los territorios forales (derechos que admite, por lo tanto, como previos a los sancionados por la propia Constitución).

En el caso de Cataluña –y de otras comunidades autónomas que reclamen una fuerte ampliación de sus atribuciones–, el artículo 150.2 de la Constitución atribuye al Gobierno una amplia capacidad para «transferir o delegar... facultades correspondientes a materia de titularidad estatal». En la medida en que esas facultades se transfieran y el tiempo consolide las situaciones de hecho así creadas, el retroceso a estadios anteriores se volverá prácticamente imposible.

Ya sé que la cuestión no es sólo el huevo; que también importa, y mucho, el fuero, entre otras cosas porque no tiene la misma solidez aquello que se adquiere como efecto de un derecho que lo que se obtiene como resultado de una concesión. De lo que estoy hablando es tan sólo de cómo ir avanzando, de no quedarse cruzados de brazos mientras el PP siga en sus trece. Es harto posible que los cambios producidos en las situaciones de hecho, una vez que demuestren que no representan ningún cataclismo y que conducen a un mejor funcionamiento de las instituciones y a unas relaciones más fluidas entre los pueblos, acaben por segar la hierba bajo los pies de los Acebes y compañía.

 

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Hace hoy justamente diez años, El Mundo publicó un editorial sobre la muerte de Lola Flores que no me parece ocioso reproducir. Por muchos motivos.

No creo que revele ningún secreto de Estado si digo que aquel editorial fue escrito por quien entonces era jefe de Opinión de ese diario. Es decir, este servidor de ustedes.

 

La España de Lola Flores

 


         
Podría decir como César Vallejo: «En suma, no poseo para expresar mi vida sino mi muerte». El modo en que buena parte de los medios de comunicación y del mundo del espectáculo, con eco popular innegable, se han puesto a llorar la muerte de Lola Flores es fiel reflejo del espíritu que animó la peripecia vital y vitalista de esta artista singular.

En ese sentido, no resulta exagerado decir que el fenómeno se vuelve sociológico.

¿En dónde estaba el «gancho» de Lola Flores? ¿Por qué tantos españoles han experimentado durante años –y muchos siguen experimentando– una tan intensa corriente de simpatía hacia el modo de ser y de expresarse que le eran propios? Sólo hay una posible respuesta: porque era su reflejo. Porque se sentían representados por ella.

Y los representaba muy bien. Lola Flores ha sido durante varias décadas el ajustado retrato de una cierta España. La que sustituye el trabajo cerebral por la improvisación ingeniosa. La que identifica «lo español» con el pastiche folklórico. La que ríe las gracias de la picaresca y se aburre con la ciencia, la industria y la ley. La que comparte con total desenvoltura las mañanas de misa mayor y las noches sin sexto mandamiento. La que abraza la política del «ande yo caliente» y rinde pleitesía a quien está en el Poder, sea quien sea -y si hoy es Franco, pues viva Franco y arriba España, y si mañana es Felipe, pues qué guapo Felipe, y venga la rosa, y el capullo también, y lo que haga falta.

No se trata de restarle méritos. Gentes a su aire ha habido y sigue habiendo legión. Si ella ha estado en la cumbre durante décadas y décadas, pese a sus reconocidas limitaciones artísticas, es sólo porque tenía un nervio y un genio de aquí te espero.

De lo que se trata es de decidir en qué espejos se mira este país. Y el de Lola Flores, dicho sea con todo el respeto que merece su incontrovertible humanidad, debe considerarse ya, decididamente, un espejo retrovisor. La España del siglo XXI no puede seguir regodeándose en su rancio pasado de espíritu burlón y de alma quieta.

La copla, los tablaos y la grasia tienen todo el derecho a continuar su andadura. Pero ya no pueden seguir siendo el símbolo de España. La promesa de modernidad que formularon quienes llegaron al poder en 1982 se ha quedado en las vías del AVE: no ha hecho el recorrido que debía, llegando hasta la estación del espíritu, hasta el alma colectiva.

Que Lola Flores haya podido ser «la Lola de España» igual ahora que hace veinte o treinta años obliga a la reflexión. Por debajo de esta corteza de informática que nos recubre, algo hay que sigue conectándonos con la España eterna. Esa España que, como el sepulcro del Cid, deberíamos cerrar ya de una vez con siete llaves.

 

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No siempre hay caminos rectos

que lleven a las cumbres(1)

(Lunes 16 de mayo de 2005)

El PNV va a presentar como candidato a la Presidencia del Parlamento Vasco a Juan María Atutxa. Si no hay sorpresas –que puede haberlas–, no saldrá elegido. Tanto el PSE-PSOE como EHAK le han hecho saber que, cada uno por sus muy contrapuestas razones, no apoyaran la reelección del de Areatza. Ambos partidos han dado a entender que estarían dispuestos a favorecer que el PNV se hiciera con la Presidencia de la Mesa, pero siempre que el cargo no recayera en Atutxa, al que tienen entre ceja y ceja.

El PSE tuvo enfrentamientos muy duros con él durante la pasada legislatura. No sólo por los asuntos relacionados con la ilegalización de Batasuna. Hubo bastantes más. Recuérdese, a modo de ejemplo, el incidente del no-voto de la diputada socialista que permitió la aprobación de los presupuestos del Gobierno vasco.

EHAK no tiene cuentas directas pendientes con Atutxa, pero la izquierda abertzale sí. Cuando fue consejero de Interior de Ardanza, se enfrentó a HB con extrema dureza. Y al revés (ETA llegó a preparar un atentado contra él, que se frustró en el último momento). Luego, como presidente del Parlamento, promovió y logró que se retirara el sueldo a los parlamentarios de HB, como castigo por su absentismo. (Se dijo entonces, y con razón, que, si la inasistencia de un diputado al Parlamento fuera razón suficiente para no pagarle el sueldo, el diputado Felipe González de la época de Aznar no hubiera debido cobrar ni un duro. Con la diferencia de que la inasistencia de los de HB era una decisión política, y la de González, aristocraticismo de la peor especie).

El PNV ha admitido –entre otras cosas porque es evidente– que el resultado de las últimas elecciones autonómicas le ha dejado en una posición difícil. Su coalición con EA sigue siendo la más votada, y con diferencia, pero no está en condiciones de imponer sus propias soluciones sin negociarlas con los unos y los otros.

Asegura que no quiere dejar de lado a Atutxa cuando aún sigue procesado por su negativa a disolver el grupo parlamentario de Sozialista Abertzaleak. Es un argumento que vale lo que vale. Gorka Knörr también está encausado en ese mismo sumario y la coalición PNV-EA ni siquiera lo presentó como candidato en las pasadas elecciones.

El PNV debería empezar a dar cuenta de su adaptación a las nuevas realidades aviniéndose a negociar otra candidatura a la Presidencia del Parlamento Vasco. Tal vez no esté mal –más que nada para que no se diga– que presente de entrada a Atutxa. Pero, en el caso de que no pase la prueba, convendría que se resignara a buscar otro candidato. O candidata. He oído que Idoia Zenarruzabeitia podría valer muy bien para el caso.

Todo montañero lo sabe: en muchas ocasiones, para marchar hacia la cumbre hay que seguir caminos sinuosos, que a veces incluso obligan a descender algún tramo. No pasa nada. Son gajes del oficio.

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Cuando el negocio arrasa

(Domingo 15 de mayo de 2005)

Nunca he ocultado la viva antipatía que siento por el Real Madrid C. F. como institución. 

Para mí que se trata de una reacción instintiva de tipo pavloviano. Todos los seguidores del Real Madrid a los que conocí de crío en San Sebastián eran franquistas, de modo que ambas condiciones se me asociaron de modo tan inextricable como –según pude comprobar después, pero ya tarde– parcialmente injusto. De ese modo, me pareció de lo más comprensible la anécdota que, según me relataron, se produjo por aquel entonces en el palco del estadio de Chamartín durante un Madrid-Barça. Se contó que la esposa del presidente madridista, Santiago Bernabéu, le preguntó al presidente del F. C. Barcelona (Agustín Montal, supongo):

–Oiga, dígame: ¿ustedes hablan también catalán en casa, o sólo en la calle, para que no se les entienda?

A lo que el del Barça, tras hacer una pausa para tragar saliva, parece que respondió:

–Ande, no me joda, señora.

Hago esta declaración inicial nada más que para que se vea en qué sentido debe entenderse lo que viene a continuación.

El Barça se proclamó ayer justísimo vencedor de la Liga de la Federación Española de Fútbol, de lo que, por las razones ya expuestas y alguna otra suplementaria, me alegré mucho.

De lo que no me alegré es de cómo se desarrolló la última media hora del partido que le enfrentó al Levante. Sabedores los dos equipos de que, en el caso de empeñarse en ganar, podían salir perdiendo, se dedicaron a perder el tiempo con el mayor de los descaros para que la contienda acabara en empate. Fue un espectáculo penoso. Y un aburrimiento mayúsculo. Un insulto para los espectadores o, por lo menos, para los muchísimos que no éramos seguidores de ninguno de los dos clubes y que estábamos delante de la pantalla del televisor esperando ver a dos equipos compitiendo.

¿Hubiera podido evitarse ese bochorno? Por supuesto que sí. Habría bastado con que la Federación que preside ese genio del fúbol que es Ángel Villar hubiera determinado que los dos partidos de ayer, el Sevilla-Real Madrid y el Levante-Barça, se jugaran al mismo tiempo. Pongamos que hubiera sido así y que el partido de Sevilla se hubiera desarrollado  tal cual fue. El Barça no habría tenido más remedio que pelear hasta el último minuto para vencer (puesto que el Madrid fue ganando al Sevilla hasta que, casi al final del encuentro, se produjo el empate).

¿Y por qué no se hizo así, como se hace a escala internacional cuando se producen situaciones semejantes? Porque, en ese caso, la práctica totalidad de los aficionados habría visto por televisión el Levante-Barça, que era gratis, conformándose con saber cómo iba el partido de Sevilla a través de los comentaristas. Con lo cual, Polanco se habría quedado sin los millones de su partido de pago. 

Oí anoche a mucha gente que se quejaba del comportamiento de los jugadores del Barça y el Levante. La crítica estaba mal enfocada. Los jugadores se limitaron a sacar partido de una situación que les pusieron en bandeja unos señores que, cuando hay mucho dinero de por medio, se ciscan en el fútbol, en la competición y en sus propias mamás, si se tercia. Gentuza.

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«¡Quién lo hubiera dicho!»

(Sábado 14 de mayo de 2005)

Desasosiego en la clase política española ante las noticias provenientes de Estados Unidos que señalan a Charles Pasqua como un corrupto que recibió propinas de Sadam Husein a cuenta del programa de las Naciones Unidas llamado «petróleo por alimentos». Pasqua negó el hecho cuando la noticia comenzó a correr el año pasado, pero ahora la acusación no proviene ya de los medios de comunicación, sino de un Comité del Senado de los EUA, que no tiene por costumbre formular al albur imputaciones de ese calibre contra políticos tan importantes de países tan importantes.

El desasosiego de los dirigentes del PSOE y el PP proviene del hecho de que Pasqua, en las dos ocasiones en que fue ministro del Interior –una en el gobierno de Chirac y otra en el de Balladur– se comportó como un «leal amigo de España» (en la lucha contra ETA, se entiende), razón por la que aquí fue ensalzado al máximo, presentándolo como un hombre de intachable rectitud. Ahora, cuando alguien les habla de la dudosa catadura de este «leal amigo de España», fingen sorpresa: «¡Quién lo iba a decir!»

Pues cualquiera que se hubiera tomado el trabajo de informarse. La biografía de Pasqua, que hizo sus primeras armas políticas como jefe del Servicio de Acción Cívica –una especie de policía paralela de los gaullistas, conocida por sus escasos escrúpulos legales–,  ha dado siempre cuenta de sus excelentes relaciones con los ambientes más sospechosos, desde la mafia marsellesa al maquis corso, desde los paraísos fiscales de Mónaco y las Bahamas a los círculos comisionistas de los negocios más oscuros de la vecina República. Por decirlo en pocas palabras: si Pasqua no puso nunca demasiados obstáculos legales a la colaboración con la Policía española es porque lo suyo no han sido nunca los obstáculos legales.

Dicen quienes han seguido su larga trayectoria que, de hecho, lo que podría darse por más sorprendente es que se las haya arreglado siempre para eludir la cárcel y seguir en el centro de la actividad política. Lo atribuyen a la muy abundante documentación que tiene sobre la cara oculta de la mayoría de quienes podrían verse tentados a acabar con él.

Resumiendo: toda una pieza.

Pero no la única. Otros muchos «leales amigos de España» que han pasado por los gobiernos de Francia cuentan con historiales del mismo género.

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Si, pero menos

(Viernes 13 de mayo de 2005)

Los sondeos ofrecidos por El Mundo y la Cadena Ser coinciden en lo esencial: Rodríguez Zapatero vapuleó a Mariano Rajoy en el llamado Debate sobre el Estado de la Nación. Según el trabajo de Sigma Dos para El Mundo, el 45,9% de quienes siguieron el debate considera que Zapatero estuvo más convincente. Sólo el 29,3% piensa lo contrario. El sondeo del Instituto Opina para la Ser dice que el presidente del Gobierno se impuso por un 44-24.

Apoyándose en los trazos gruesos de estos sondeos, algunos comentaristas se han lanzado con mucha rapidez a afirmar que se está produciendo un neto deslizamiento de la opinión pública española hacia posiciones menos rígidas y beligerantes, más favorables a las soluciones dialogadas que preconiza –si bien de manera harto vaporosa– el actual presidente del Gobierno.

Pocas cosas me causarían mayor satisfacción, pero yo no lo afirmaría con tanta alegría.

Veamos. Según el sondeo de la Ser, el 60% de los encuestados «vio o escuchó en directo o en diferido alguna parte del debate». Dato más elástico, imposible. «Alguna parte del debate» puede ser un minuto. Más llamativo me resulta que un 40% admita que no vio ni escuchó nada del debate. De ser así, habrá que concluir que una muy elevada proporción de la ciudadanía española huye despavorida de los espacios informativos de la radio y la televisión.

Si sumamos al 40% por el que el debate ha pasado como el rayo de sol por el cristal, sin tocarlo ni mancharlo, con el porcentaje, imposible de fijar, formado por quienes vieron o escucharon «alguna parte» del debate, pero mínima, nos plantamos ante una masa muy considerable de ciudadanos cuya ideología real no tiene por qué verse retratada en estos sondeos.

Imagino que sí se estará produciendo un cierto deslizamiento como el apuntado más arriba, pero las visceralidades sociales no suelen aparecer y desaparecer de un mes para otro. Dudo de que el mensaje de Rajoy conecte ya sólo con un 24% o un 29% de la población del Ebro para abajo. Ojalá me equivoque.

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