[Del 18 al 24 de noviembre de 2005]

 

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Los duelos con pan

 (Jueves 24 de noviembre de 2005)

A la ultraderecha mediática española le ha dado últimamente por el victimismo. Se queja sin parar de lo muy acosada que está (de lo muy acosada que se siente, habría que decir). Hace pucheros quejicas cada día (en prensa), cada tantas horas (en televisión) o todo el rato (en radio) porque le sabe a cuerno quemado que haya quienes descalifiquen su modo de entrar en liza política, tan dado al insulto, a las alusiones personales difamantes, a las acusaciones estrafalarias y, por encima de todo, a la mentira pura y dura. Pensando en ello escribí la columna que hoy me publica El Mundo, titulada «Sin tregua, pero con ley». La idea de fondo del artículo es la que le expresé hace más de diez años a Pedro J. Ramírez en cierta ocasión en la que se quejó amargamente de la mala uva de los ataques que le dirigía el grupo empresarial de Jesús Polanco: «Es absurdo exigir al enemigo que no dispare, o que, si dispara, no tire a dar». Los Jiménez Losantos y otros César Vidal se escandalizan de que aquellos a quienes ellos califican de ladrones vomitivos compinchados con los terroristas para acabar con España (etc., etc., etc.) respondan que ellos son unos mentirosos calumniadores empeñados en provocar el enfrentamiento civil. Piden para sí total impunidad en la utilización de la palabra como arma arrojadiza pero les parece un escándalo que los demás osen ejercer su libertad de expresión o incluso el sempiterno derecho a responder por alusiones.

Lo que más me divierte de esta banda de quejumbrosos iracundos es lo mucho que todos ellos presumen del éxito (incluso económico) que les proporciona su actividad de soliviantadores profesionales. Y no mienten en eso: es verdad que están forrados. Entre vaticinio de catástrofe y augurio de apocalipsis, ingresan los miles de euros a raudales.

Estos cazadores de brujas —inquisidores con el aval de la Iglesia de Roma— tienen el infinito rostro de presentarse como víctimas de la persecución, cual si no supieran que lo primero que siempre hacen los maccarthistas es estrangular económicamente a sus víctimas. Y lo segundo, hacer el vacío a su alrededor.

Nunca me he quejado de mi suerte personal, por la razón ya antes aducida: jamás he pedido a mis enemigos que no disparen sobre mí. Pero eso no quita para que sepa muy bien que los motivos por los que he sido apartado una y otra vez de los medios radiofónicos y televisivos asentados en Madrid son estrictamente político-ideológicos, y no profesionales. Sólo conservo un vínculo con los medios periodísticos capitalinos —que si tuviera que vivir de él aviado iría— y no desde luego porque los cazadores de brujas no hayan pedido a coro, a veces hasta en público, que me priven de él. ¿Quieren saber cómo hacen? No me voy a remitir a tiempos pretéritos. Les pongo una muestra tan obvia como reciente: va uno y edita un libro al que nadie niega el interés —el Así fue de Arzalluz— y ni un solo medio informativo importante de la capital del Reyno lo reseña. Ni siquiera para denostarlo. En algún caso —me consta— por prohibición expresa de los dirigentes del medio en cuestión.

Eso es hacer el vacío. Eso es tratar de ahogar económicamente para mejor ahogar la voz.

Entretanto, los inquisidores de nuevo cuño claman contra la terrible persecución de que son objeto.

No siempre. Sólo cuando no están ocupados contando el pastón que se están llevando.

Este país se está llenando de víctimas millonarias.

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Un juicio grotesco

 (Miércoles 23 de noviembre de 2005)

Incluso una vista judicial injusta, de ésas que resultan de la aplicación del Derecho Penal del enemigo al que me referí ayer, puede realizarse manteniendo las apariencias y haciendo como si se tratara de una actuación judicial ortodoxa. La que está teniendo lugar en la Casa de Campo de Madrid no guarda las más mínimas formas. Aparte de demostrar a cada paso que los magistrados que juzgan son tan chapuceros como el que instruyó la causa —ha resultado ejemplar al respecto el episodio de las cajas de cartón numeradas en las que supuestamente se guardaban algunas pruebas, que fueron sacadas a pasear anteayer y no hubo manera de encontrar en ellas lo que se buscaba, y reaparecieron ayer con el contenido deseado y la misma numeración... ¡sólo que no eran las mismas!—, es realmente escandalosa la animosidad que evidencia la magistrada que preside la vista oral, que no se corta un pelo a la hora de mostrar su desprecio por las personas sometidas a juicio.  «El declarante no va a decir nada más porque no tenemos ningún interés en oír nada más», zanjó ayer varias veces con un tono de chulería inaudito (empleando siempre un “nos” mayestático que no podía referirse al conjunto de los miembros del tribunal, porque no les consultaba nada).

Y luego, los momentos estelares, como la lectura del informe policial incriminatorio que aportaba como prueba de la maldad de uno de los acusados su participación en una coral que, según la Guardia Civil, «actuaba con una concepción de Euskal Herria similar a la defendida por KAS». Como si cantar tales o cuales composiciones de autores tan definitivamente rojo-separatistas como Guridi y Sarasate pudiera hacerse desde concepciones de Euskal Herria muy variadas... y como si tener tal o cual concepción de Euskal Herria pudiera constituir delito. Puestos a superarse a sí mismos, también llegaron a exhibir como pieza de convicción contra un acusado el hecho de que guardaba mapas turísticos de varios países latinoamericanos.

Todo lo cual podría tomarse como motivo de chirigota si las peticiones fiscales basadas en la más pasmosa endeblez y montadas sobre unas construcciones ideológicas disparatadas  no corrieran el riesgo de convertirse en años de cárcel para los acusados.

 Un dato que no ha sido suficientemente valorado: ayer, en una entrevista que le hicieron en Euskadi Irratia, Arnaldo Otegi dijo con bastante claridad que, mientras sigan produciéndose juicios como éste, que revelan que la izquierda abertzale es perseguida haya o no haya armas de por medio, que nadie espere que ETA declare ninguna tregua. No aplaudo esas palabras, ni mucho menos. Me limito a decir que convendría tenerlas en cuenta.

Zapatero está hablando mucho, pero está haciendo muy poco. Casi nada. Y eso es importante.

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«Mamá, yo no he roto el jarrón de la sala»

 (Martes 22 de noviembre de 2005)

Alguien lo contó en mi presencia cuando aún deambulaba yo por la infancia: Tontín de Agirregomezkorta, pijín famoso de mi vecindario donostiarra, se había presentado ante su amatxo diciendo, con cara de asustado: «¡Mamá, yo no he roto el jarrón de la sala!».

Nadie sabía que en la sala de su casa se hubiera roto ningún jarrón.

Alguien relató la tontería de Tontín y todos se rieron mucho.

«¡Ha metido la pata! ¡Se ha acusado él solo, sin que nadie le diga nada!», dije, para dejar patentes mis dotes deductivas.

Los adultos que me rodeaban dejaron resbalar sobre mí una mirada displicente.

«Vale, Javier, qué perspicaz», me respondió alguno, en plan sardónico.

Tardé años en enterarme de que mi descubrimiento era una simpleza más vieja que mear contra la pared, y que incluso estaba sancionado por un refrán latino: «Excusatio non petita, acusatio manifesta».

Éstos de ahora son mayorcitos, y bastante versados en latinajos, pero caen en lo mismo. «El juicio que ha iniciado la Audiencia Nacional contra “el entorno de ETA” [las comillas son mías] respeta escrupulosamente los principios del Estado de Derecho».

«Por supuesto, nadie duda de la imparcialidad del Tribunal», añaden.

O sea, que no han roto el jarrón de la sala.

¿Que nadie cuestiona la imparcialidad del Tribunal? Falso. Yo la cuestiono. Muchos lo hacemos. A decir verdad, no es que la pongamos en duda. No le concedemos tamaño beneficio: la excluimos, directamente. ¿A cuento de qué los integrantes de este Tribunal iban a ser diferentes a los miembros de las demás salas de la Audiencia Nacional, vista la composición de la tribu que ha sobrevivido a las sucesivas purgas políticas experimentadas por esa jaula de grillos?

Están aplicando «el Derecho Penal del enemigo», que con tanto y tan meritorio ahínco denunció ayer en Radio Euskadi el profesor Lacasta Zabalza. Porque en la España de hoy —como en tantas otras «democracias de baja calidad», según la expresión de Arzalluz—, hay un Derecho más o menos presentable, hecho para los propios, y un Derecho (un no-Derecho) fabricado a la medida del enemigo, que viene a ser la arbitrariedad convertida en Ley.

¿Pretendes decirme que si yo compré hace seis años una participación de Lotería de Navidad a un chaval que las vendía por cuenta de una Herriko Taberna, es posible que, dado que el juez considera que las Herriko Tabernak son parte del entramado de financiación de HB, que a su vez es tenida por parte del tinglado de financiación de ETA, yo mismo acabe siendo acusado de colaboración con banda armada? —me pregunta asustado mi ex vecinín Tontín, que ya no cumple los 50.

—¡Pues claro, hombre de Dios! —le respondo—. ¿Qué te creías? No sólo tú. También pueden acusar a todos los integrantes de cualquier asociación de la que tú puedas ser directivo. ¡Ándate con ojo y que no te pille el Derecho Penal del enemigo! ¡Lo mismo te condenan a muerte y tienes que lograr que te trasladen a Filipinas para que no te fusilen!

Ya sé que está feo hacer chanza con estas cosas tan terribles. Pero una cosa es despreciar a la tropa esa que fagocita las leyes y otra tomarla en serio.

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Una carrera de fondo

 (Lunes 21 de noviembre de 2005)

El PP se ha metido en una campaña frenética de descrédito del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Tal como la ha emprendido, tiene todo el aspecto de una campaña electoral: la misma urgencia, la misma crispación, la misma tosquedad demagógica de los mensajes...

Sólo que no hay ninguna votación importante en el horizonte inmediato.

Ése es un factor clave.

Si vencer en las encuestas de opinión sirviera de algo, el PP podría estar moderadamente satisfecho: va recortando la distancia que le separa del PSOE en cuanto a expectativa de voto. Pero, satisfacciones aparte, los éxitos demoscópicos sólo proporcionan más madera para el fuego de la agitación. Y se consumen con él. Al propio PP le consta el valor más que relativo de esos sondeos: los ciudadanos no opinan lo mismo a mitad de una legislatura —cuando saben que pueden expresar sus estados de ánimo sin mayor problema porque carecen de trascendencia política práctica—, que cuando atisban la cercanía de las urnas.

No resto importancia al intenso trabajo de agitación que está desarrollando el PP con la colaboración impagable —aunque no necesariamente impagada— de diversos medios de comunicación y de algunos lobbies sociales, entre los que destacan por méritos propios la jerarquía católica y el empresariado más reaccionario. Merece mucha atención, particularmente por el estado de agresividad y crispación que está generando en amplias capas de la ciudadanía española.

La utilidad que le discuto es la electoral. Me da que el PP se ha lanzado al sprint sin tener en cuenta que la meta está todavía a demasiados kilómetros. Mantener cierta tensión y llevar un buen ritmo de marcha está bien, y resulta incluso muy conveniente —hubo un tiempo en el que los políticos llamaban a eso «gimnasia»—, pero el corredor que exagera en el entrenamiento comete un grave error. Llega a la competición oficial sin la necesaria reserva de fuerzas.

¿No lo saben Rajoy y los suyos? Puede que no: no es fácil estar en el fragor de la pelea y a la vez verla con distancia. Tampoco descartaría que las propias pendencias internas del PP y los problemas de liderazgo de Rajoy tengan algo que ver con esta especie de alocada fuga hacia adelante.

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Nota.— Por el Cocidito madrileño que cocina todas las semanas Javier Vizcaíno en Radio Euskadi me he enterado de las lindezas que dicen sobre mí en la Cope. Me ha hecho gracia escucharlas y comprobar con qué descaro mienten. En concreto, he oído a una señora que afirma con mucho énfasis que yo «jamás» me he opuesto a los crímenes de ETA. Ella sabe de sobra que sí lo he hecho, y desde hace muchísimo, y en su propia presencia (aunque no, desde luego, en los términos que ella quisiera). Bueno, pues para quien quiera oír cómo mi existencia les pone de los nervios, incluyo el enlace con el Cocidito madrileño del sábado pasado: http://www.eitb.com/radioeuskadi/cocidito/

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Fiel a su juramento

 (Domingo 20 de noviembre de 2005)

Hace hoy 30 años del día en que murió Franco.

Lo recuerdo muy bien. Estaba en París. Vivía por entonces en un apartamento cutre situado en la calle Xavier Privas, a muy poca distancia de la mejor librería de la capital de Francia, La Joie de Lire, junto a la iglesia de Saint Severin, en el mismo corazón del Barrio Latino. Aquel día había acompañado a abortar a una amiga, y yo, pusilánime y propenso a los desmayos como soy —como era, más bien—, había sobrellevado la breve y sencilla intervención bastante peor que ella. Regresamos al cuartucho de Xavier Privas para reponernos, ambos a dos. Al poco, oímos bullicio en la calle. Me asomé para enterarme de qué pasaba y vi que había grupos de españoles bebiendo y haciendo guasas. «¿No os habéis enterado? ¡Franco ha muerto! ¡Venga, venid a celebrarlo!», nos gritaron desde abajo. «No sé qué habrá que celebrar», le dije a mi amiga. «Supongo que no será nuestra incapacidad para derrocarlo».

Dos días después, Juan Carlos de Borbón y Borbón soltó su célebre parrafada:  «Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes Fundamentales del Reino y guardar y hacer guardar lealtad a los Principios Fundamentales del Movimiento». Dicho lo cual, lo nombraron Rey.

Desde entonces, no han faltado los que le han reprochado haber deshonrado tan solemne juramento.

Creo que esa acusación peca no poco de superficial. En el fondo, Juan Carlos I ha cumplido con lo que juró.

Me falla la memoria, de modo que no sé dónde lo he leído —¿en las Memorias de Rafael Pérez Escolar, tal vez?—, pero recuerdo bien que alguien ha contado lo que Franco le dijo a un recién nombrado embajador estadounidense que fue a departir con él. El norteamericano estaba mareando la perdiz, tratando de preguntar a Franco qué creía que iba a suceder en España cuando él muriera, y el viejo dictador, que se dio cuenta del embarazo del diplomático, se lo aclaró por la brava. Le dijo (cito de memoria, ya digo que mala): «Pues todo seguirá más o menos igual, supongo. En los cines se podrán ver marranadas de ésas que ponen por ahí, y poco más».

Vistas las cosas con perspectiva, considero que Juan Carlos I ha hecho cuanto ha estado en su mano para que todo siguiera «más o menos igual». Aunque con marranadas. En los cines y fuera de ellos.

La verdad es que, formalidades aparte, ha sido bastante fiel al encargo que recibió.

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Dos apuntes más sobre la AVT

 (Sábado 19 de noviembre de 2005)

Acabé ayer escribiendo con prisas los retazos de Apuntes en los que me embarqué. Me impacienté al ver que estaba dedicando demasiado tiempo a esa tarea, cuando me esperaba una jornada muy poco relajada.

El deseo de acabar cuanto antes hizo que me dejara un puñado de consideraciones en el coleto, dos de ellas particularmente importantes para tener una visión algo más de conjunto sobre las andanzas de la Asociación de Víctimas del Terrorismo y sobre la consideración que éstas merecen en los representantes de los diversos poderes del Estado.

Señalé que la AVT había pedido a la Audiencia Nacional que prohibiera la manifestación antifascista de hoy, apoyándose en la pretensión de que homenajear a los cinco fusilados de ETA y el FRAP supone un «enaltecimiento del terrorismo» y un «menosprecio a las víctimas». Pero, con las prisas, olvidé un aspecto clave del escrito de la AVT, a saber: no incluyó en él ninguna petición de prohibición de la marcha que partirá también hoy desde Moncloa camino del Valle de los Caídos con la pretensión de homenajear mañana a Francisco Franco en el trigésimo aniversario de su muerte. Se ve que a la AVT, atenta inspectora de los homenajes ajenos, esta marcha no le merece reprobación alguna, no cree que suponga ningún enaltecimiento de hechos criminales, ni que encierre ningún «menosprecio a las víctimas» del franquismo.

Me abstengo de calificar un comportamiento que se califica solo.

Pero no sólo vale la pena subrayar el comportamiento de la AVT, sino también el de la Audiencia Nacional. Su Fiscalía informó a favor de la admisión a trámite de la denuncia de la AVT considerando que, en efecto, la convocatoria antifascista reviste los caracteres de un delito de enaltecimiento del terrorismo, tras de lo cual, el Juzgado Central de Instrucción número 2 ha abierto un procedimiento para investigar quién ha convocado la manifestación y quiénes han pegado los carteles que animan a participar en ella. No voy a detenerme en los argumentos que ya di ayer a este respecto: al igual que la AVT, también la Audiencia Nacional deberá decidir si cree que rebelarse violentamente contra una dictadura es terrorismo o si es que considera que el franquismo no fue una dictadura. (Reitero mi poca disposición a ejercer de picapleitos, pero sugiero a la gente de leyes con principios —alguna queda— que se plantee la posibilidad de denunciar a la Fiscalía de la Audiencia Nacional y al juez Ismael Moreno por su ignorancia dolosa del carácter criminal del régimen franquista y por el patente desprecio que demuestran hacia las víctimas de la dictadura.)

Otro asunto que también tiene su aquel, referido asimismo a la AVT. Ésta acaba de ver cómo un juez de la Audiencia Nacional, Félix Degayón, al que no sé si tengo el gusto o el disgusto de no conocer, ha echado para atrás su denuncia de supuestas irregularidades cometidas por la Universidad del País Vasco en la concesión de títulos universitarios a presos de ETA.  El juez ha dictaminado que «no existe dato alguno» que respalde la denuncia de la AVT y que su acusación de que la obtención de esos títulos ha permitido a miembros de ETA beneficiarse de redenciones de pena «está por el momento huérfana de cualquier corroboración y está basada en meras informaciones publicadas en medios de comunicación». Huelga decir que ni uno solo de los medios de comunicación que dieron la máxima difusión a aquella denuncia de la AVT ha concedido ahora la debida relevancia compensatoria a la decisión del juez Degayón.

Es algo semejante a lo sucedido con la presencia de la coordinadora de alfabetización de adultos AEK en el macrosumario 18/98, obra de Garzón. AEK fue condenada sin juicio por los medios de comunicación españoles y arrastrada por el lodo. Pasado el tiempo, el propio Garzón hubo de dar marcha atrás y sacó a AEK de ese sumario, retirando sus acusaciones. Su implicación apareció en grandes titulares en todos los medios. Su exoneración, en cambio, pasó casi desapercibida. Nos enteramos de ella cuatro y el del tambor.

  Bueno, pues así todo.

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De guerrilleros, terroristas y otras vainas

 (Viernes 18 de noviembre de 2005)

La AVT. La Asociación de Víctimas del Terrorismo ha presentado un escrito ante la Audiencia Nacional en el que reclama que se prohíba la manifestación que va a realizarse mañana en Madrid en memoria de quienes fueron víctimas de las últimas cinco penas de muerte dictadas por el franquismo y perpetradas el 27 de septiembre de 1975, apenas dos meses antes de la muerte del dictador. Alega la AVT que homenajear a Txiki y Otaegi, miembros de ETA, y a Sánchez Bravo, García Sanz y Baena, militantes del FRAP, representa un delito de apología del terrorismo.

Quiere esto decir que una de dos: o bien la AVT pretende que rebelarse violentamente contra una dictadura es terrorismo o bien considera que el franquismo no fue una dictadura.

En el primero de los casos, deberá ser consecuente y pedir el procesamiento de cuantos homenajean año tras año, por ejemplo, a los integrantes de la Resistencia francesa, que se opusieron por las armas al Gobierno títere de Vichy, y a los partisanos italianos, que combatieron a tiros y con bombas el régimen fascista de Musolini. Retrocediendo algo más en la Historia, debería descalificar en términos similares a cuantos homenajean a quienes organizaron guerrillas contra el poder de José Bonaparte, después de 1808, y, ya metidos en gastos, también a quienes veneran en los Estados Unidos a George Washington y sus rebeldes. Vendría bien, en esa misma línea, que exigiera de la Iglesia católica una condena explícita y sin paliativos de Tomás de Aquino, que justificó el tiranicidio.

Pero puede ser que lo que defiende la AVT no es que represente un crimen alzarse en armas contra una tiranía, sino que el franquismo no fue una tiranía. De ser ese su criterio, supongo que podrá justificarlo. Me encantaría ver cómo lo hace.

Está lejos de mi intención aprobar las vías de lucha elegidas en aquellos tiempos por ETA y el FRAP, cada uno a su modo. No las aprobé entonces y sigo sin aprobarlas hoy. Creía por aquellos tiempos que lo importante era estimular la movilización popular contra la dictadura y que, de cara a ese objetivo, la aparición de émulos de Robin Hood representaba más un inconveniente que otra cosa. Pero lo que yo discutía en aquel entonces —y lo seguiría haciendo hoy, de forma retrospectiva— es la oportunidad de aquella lucha armada, no su licitud. Lo que hicieron fue lícito. Y la ejecución de los cinco que mañana serán homenajeados, un crimen de Estado.

García Gasco. Dice el arzobispo de Valencia, Agustín García Gasco, que el Gobierno de Rodríguez Zapatero le recuerda a la dictadura de Franco. Debe de ser que, cuando lo ve, le entran unas irresistibles ganas de levantar el brazo para hacer el saludo fascista, como acostumbraban los obispos de la época. O tal vez está mal informado y se piensa que Zapatero conserva el papel decisivo en la designación de los obispos que el Vaticano concedió a Franco.

Pero no: parece que él lo dice porque se siente oprimido por el Gobierno de Zapatero. Absurdo por partida doble: ni a él le oprimió nunca la dictadura franquista —bien contento que estuvo con ella— ni Zapatero le oprime ahora. A no ser que considere una muestra de opresión que recurra a las arcas del Estado para pagar casi todas las facturas de la Iglesia católica.

± 2%. Espero que algún especialista en sociometría —creo que se llama así la cosa ésa— me explique alguna vez cómo puede ser que los resultados de una encuesta tengan un margen de error del ± 2%, o más, según sus propios confeccionadores, y nadie descalifique a los comentaristas que se apoyan en esos resultados para teorizar sobre extremos que se expresan en décimas porcentuales. Véase la encuesta del CIS que ayer se hizo pública. ¿Qué sentido tiene afirmar que CiU y ERC han mejorado una décima en la consideración general si previamente se ha dicho que no está garantizada la fiabilidad de los datos situados en una horquilla de 4 puntos, que son los que van entre +2 y —2? No me lo explico.

Pero pongamos que los resultados de la macroencuesta del CIS fueran fiables al 100%, sin el más mínimo margen de error. En tal caso, tampoco entendería que el PP esté tan satisfecho por el descenso de las expectativas de voto del PSOE y del prestigio de Rodríguez Zapatero. Si, después de la campaña histérica que vienen desarrollando desde hace meses contra el Gobierno, acusándolo de las más variadas y terribles infamias, no han conseguido desbancarlo en las preferencias del electorado español y siguen siendo los segundos en todo, tienen motivos para muchas cosas, menos para echar las campanas al vuelo. Se demuestra que los vasos comunicantes le funcionan mal: el descenso de los otros no se traduce en aumento suyo.

Una de Espe. Recomienda la presidenta de la Comunidad de Madrid al jefe de filas del PSOE local que se deje de minucias y se ocupe «de las cosas realmente importantes». Y pone un ejemplo de cosa «realmente importante»: pide a Simancas que pregunte a Zapatero por qué ha quitado la «E» de España de las siglas del AVE, que ahora figura como «Alta Velocidad – Renfe» y no como «Alta Velocidad Española – Renfe», fórmula utilizada al comienzo del invento. Pequeño problema para Esperanza Aguirre: el cambio se realizó hace años, bastante antes de llegar Rodríguez Zapatero a la Moncloa, y fue iniciativa del entonces ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos. ¡Qué cosas tan «realmente importantes»!

Más de 3.000. Ayer esta página web superó por primera vez las 3.000 visitas diarias. Ya sé que en realidad son más, porque las visitas que se realizan desde el mismo centro de trabajo o de estudio —desde la misma IP, en suma—cuentan sólo como una (Webalizer no computas visitas, sino IPs, y éstas sólo una vez por día). Claro que también habrá más de un visitante que llegue a esta web de rebote y sin pretenderlo. Así que lo que se va por lo que se viene: dejémoslo en 3.000.

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