Columnas de Javier Ortiz aparecidas en

  

durante el mes de febrero de 2004

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Impúdica desidia

JAVIER ORTIZ

         
El coronel Mammar, responsable de la coordinación -de la descoordinación- del aeropuerto de Alhucemas, ha respondido a las crecientes críticas sobre la pésima distribución del material de ayuda que se agolpa en las instalaciones aeroportuarias: «La recepción es perfecta, pero lo estamos mejorando», ha dicho. Es difícil imaginar una contestación más cínica (y más absurda: ¿cómo cabe mejorar lo perfecto?).

Pero el coronel Mammar no es una excepción. La pauta ya se la había marcado el ministro de Sanidad, Mohamed Cheik Biadillah, quien, sin preocuparse por la evidencia de los hechos, proclamó a las pocas horas del terremoto que la situación estaba «perfectamente controlada» en la provincia de Alhucemas. Idéntico camino siguió ayer Mohamed Benzian, director general de Protección Civil de Marruecos, que justificó que no se haya aprovechado el potencial de los equipos de rescate enviados por otros países alegando que «las operaciones estaban ya bien hechas por nuestros propios equipos».

Entretanto, el rey Mohamed VI sigue en Tánger, porque quiere -dice la agencia oficial- «estar cerca» de sus súbditos. (Tánger se encuentra a 330 kilómetros de Alhucemas). Ayer volvió a aplazar su viaje a la zona siniestrada. Hasta ahora, el único intento de explicación que se ha dado a semejante lejanía es que se trataba de evitar que la comitiva real pudiera entorpecer el tránsito de los vehículos de ayuda. Se ve que el monarca no dispone de ningún helicóptero.

No hace falta ser un experto en cuestiones marroquíes para dar por hecho que semejante despliegue de altiva indiferencia y de reiterada desidia oficiales -ratificada por la televisión marroquí, que no ofreció información sobre el seísmo hasta 12 horas después del desastre- sólo puede explicarse porque se trata del Rif, una zona por la que la monarquía alauí nunca ha tenido el menor afecto, por la tradicional rebeldía de sus gentes y por el persistente apego que han demostrado a sus singularidades étnicas y lingüísticas. No han hecho más -y no lo han hecho más rápido y mejor- porque no han puesto interés en ello.

«Es que las comunicaciones son muy malas, sobre todo en las áreas montañosas», apuntan como justificación. Pues bien, con esas mismas comunicaciones, las autoridades y las organizaciones cívicas locales están trabajando de manera infatigable y haciendo maravillas con los recursos que les llegan, razón que justifica sobradamente que persista el esfuerzo de solidaridad. En todo caso, la excusa de las comunicaciones no sería sino otro motivo de denuncia: el Estado apenas ha invertido allí en infraestructuras. Lo mismo puede decirse de la mala calidad de las viviendas, hechas de adobe.

Una explicación complementaria: el Rif es muy pobre. Los rifeños no tienen apenas nada. Eso los vuelve aún menos dignos de interés para Rabat. No hay gran cosa que sacarles.

 

[Es copia del artículo publicado por El Mundo el 28 de febrero de 2004]

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Vueltas de tuerca

JAVIER ORTIZ

         
El ministro de Defensa, Federico Trillo, afirma que le habría gustado ocupar manu militari el islote Perejil hace años, y que tal acción -no explica cómo, ni por qué- habría permitido a los pesqueros españoles faenar en aguas marroquíes con menos cortapisas. Y, cuando se le señala que ese singular deseo es una barbaridad, responde que lo da por no dicho.

La ministra de Administraciones Públicas, Julia García Valdecasas, llama «asesinos» por dos veces a los representantes de ERC. Y, tras ver que todo el mundo se echa las manos a la cabeza, saca precipitadamente una nota diciendo que fue un lapsus. O sea, que también lo da por no dicho.

El presidente de la Comunidad de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, del PP, comenta la oposición de Pasqual Maragall al Plan Hidrológico Nacional y apunta que entendería esa oposición si se tratara de vino y no de agua, porque, según él, el president de Cataluña «bebe muchos hectolitros al día». Muchos. (Eso lo dejó caer don Ramón Luis en el acto inaugural de un instituto de educación secundaria, y no de mala educación, como habría sido lo lógico).

Supongo que lo resolverá sacando un comunicado en el que afirmará que da lo dicho por no dicho.

Me fascina eso de dar lo dicho por no dicho. Es estupendo. De tomarse por aceptable tan innovadora técnica, proporcionará un juego amplísimo. Pienso particularmente en el gremio periodístico. Uno podrá escribir con toda tranquilidad que el ministro Tal es un chorizo que ha amasado una fortuna partiendo de la nada más absoluta. O que la ministra Cual es clamorosamente tonta, amén de facha. O que el presidente de la comunidad autónoma Equis va de coca hasta el culo día sí, día también. Y cuando se le echen encima todos ellos querella en mano, le bastará con comentar, displicente: «¿Ah, eso? Bueno, doy lo dicho por no dicho». Y a correr.

Hay otra técnica igualmente estimable. La ha puesto en marcha, cómo no, don Federico Trillo -un hombre creativo, sin duda-, que ha eludido cualquier responsabilidad personal por sus palabras arguyendo que «la responsabilidad son (sic) los electores». Ahí tenemos otro espejo en el que mirarnos los periodistas. Escribimos lo que se nos ponga y, si alguien viene a pedirnos cuentas, respondemos: «A mí, plin. La responsabilidad son (sic) los compradores de periódicos».

Pero no se lo tomen ustedes a broma. No tiene nada de casual esta exhibición de verborragia chulesca e insultante a la que se han entregado muchos altos cargos del PP. Forma parte de un ejercicio constante de vueltas de tuerca, que practican en ese terreno y en muchos más. Ellos aprietan la rosca. Giran, giran y giran, para ver hasta qué punto el electorado aplaude, hasta dónde traga (aunque no aplauda) y cuándo empieza ya a torcer el gesto y a poner mala cara.

Espero que empiece a poner mala cara pronto. Por el bien de todos.

 

[Es copia del artículo publicado por El Mundo el 25 de febrero de 2004]

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Una sensación de irrealidad

JAVIER ORTIZ

         
Hay veces que los noticiarios me producen una extraña sensación de irrealidad. ¿Es disparatado lo que dicen, o la culpa es mía, que no soy capaz de encontrarle el sentido?

Esa sensación me ha acompañado de hora en hora durante los últimos días.

«El comunicado de ETA obliga al PSOE y a Maragall a...». ¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido que no estuviera ya encima de la mesa antes de que se conociera ese estrafalario comunicado? Nada.

«El comunicado de ETA demuestra...». ¿Qué demuestra? ETA afirma que va a suspender su ya suspensa actividad armada en Cataluña. ¿Y? ¿Dónde dice que haya tomado tal decisión como resultado de un pacto suscrito con Carod-Rovira? Y, aunque afirmara tal cosa, ¿qué razón habría para creérselo?

Aparece Rajoy y condena al PSOE porque está aliado con un partido que ha llegado a un acuerdo con ETA. Pero, ¿dónde están las pruebas de que ese pacto se haya producido? Dice que es algo que deduce cualquiera que no sea tonto. Lo que deduce cualquiera que no sea tonto es que ETA ha lanzado un misil contra el tripartito catalán, y que ha hecho un favor al PP y a su candidato. Recurramos a la eterna pregunta: Cui prodest? ¿A quién beneficia? ¿Vieron ustedes la cara que mostraba Aznar en Murcia cuando se dirigía al estrado para hablar sobre el asunto? Era la de alguien a quien le acaban de comunicar que le ha tocado la lotería.

Lo obvio -para mí, al menos- es que, si realmente Carod y ETA hubieran llegado a un entendimiento, no habría trascendido ni palabra. Y menos después del revuelo que se montó tras filtrarse la noticia de su encuentro en Perpiñán.

Se especula sin parar sobre el comunicado de las narices y, entretanto, no se dice nada de hechos de peso cierto. Por ejemplo: nadie comenta que ese mismo Zaplana que ahora asegura que es inaceptable entrevistarse con terroristas intentó ejercer de pacificador y tuvo tratos preferentes con la dirección de las FARC colombianas, catalogadas como terroristas en todas las listas al uso (o al USA). ¿Da igual eso? ¿Da también igual la evidencia de que el Gobierno en pleno mintió consciente y voluntariamente a la ciudadanía para justificar la Guerra de Irak? ¿Da igual que el ministro de Defensa limosnee a una periodista que le pregunta por una de sus ya incontables mentiras? ¿Da igual que Manuel Fraga, presidente de honor (¡de honor!) del PP, diga que es lógico que algunos dirigentes de la oposición sean espiados por los servicios de Seguridad del Estado? ¿Da igual que se demuestre que el presidente de la Diputación de Castellón y jefe local del PP tiene intereses económicos ocultos en media provincia?

Pues, por lo visto, sí: da igual.

Es lo que me produce una fuerte sensación de irrealidad.

Una sensación absurda, lo sé. Porque la realidad es así.

 

[Es copia del artículo publicado por El Mundo el 21 de febrero de 2004]

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Las limitaciones de Zapatero

JAVIER ORTIZ

         
No entiendo una extraña manía que arrastra Rodríguez Zapatero, candidato del PSOE a la derrota en las próximas elecciones. En cuanto se le deja suelto, se planta delante de los micrófonos y asegura que hay otra cosa más que nunca hará.

Su principal oponente, Mariano Rajoy, se ha especializado en pasarse tres pueblos y doscientos bosques prometiendo lo que hará. Va a hacerlo todo y su contrario. El día menos pensado promete que, si gana las elecciones, responderá a las preguntas de los periodistas. Zapatero, en cambio, se distingue por dedicarse a prometer lo que no hará.

Hace cosa de nada nos dejó estupefactos jurando que no gobernará a menos que se cumplan determinadas condiciones de escasa probabilidad. ¿A cuento de qué se prohíbe de antemano analizar en concreto las situaciones que se le vayan presentando? «Quiere tranquilizar a los electores», dicen algunos. «Sí; sobre todo a los electores del PP», habría que responderles.

Es reincidente: el domingo aseguró que jamás de los jamases utilizará el terrorismo en la lucha partidista.

[Inciso: obviamente no quería decir eso. Es un político español: no hay que tomar sus palabras al pie de la letra. Es necesario reconstruir lo que diría en el supuesto idílico de que se expresara bien. No estaba comprometiéndose a prescindir de los tiros y las bombas en su lucha contra el PP, aunque fuera eso lo que afirmó («Nunca utilizaré el terrorismo»). Pretendía decir que no tratará de rentabilizar los yerros ajenos y los hipotéticos éxitos propios obtenidos en la lucha contra el terrorismo.]

Pero, en todo caso: ¿por qué? ¿Por qué cree que está feo hablar de la lucha contra el terrorismo? ¿Qué tiene de abyecto, según él, mostrar que el rival político no afronta ese problema como convendría y que uno lo entiende mejor, razón por la cual se merece los votos del electorado?

Lo más chusco del asunto es que Zapatero no se impone esa limitación en justa correspondencia, porque su rival haya decidido dejar delicadamente de lado la cuestión. ¡Qué va! Rajoy habla del terrorismo mitin sí mitin también, y reprocha al secretario general del PSOE carecer de criterios firmes al respecto. Lo pone a caldo sin parar, pintándolo ora como perverso, ora como tonto. Pero el inquilino de Ferraz es tan estupendo que se impone el silencio.Se niega a responder, no vaya a ser que la gente se entere de cómo están las cosas.

Podría dejar fácilmente a los jefes del PP con las posaderas al aire. Le bastaría con recordar que Aznar aseguró en 1996 que iba a acabar con ETA en cosa de pocos años, y que han pasado ocho, y estamos como estamos. Pues bien: no sólo no menciona ese hecho -porque es un hecho-, sino que permite que sus rivales lo vuelvan del revés en beneficio propio.

Entre sus autolimitaciones y sus limitaciones, la verdad es que este Zapatero lo tiene crudísimo.

 

[Es copia del artículo publicado por El Mundo el 18 de febrero de 2004]

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El arte de la consigna

JAVIER ORTIZ

         
Llevo años tratando de convencer a la gente que se dedica a organizar actos de protesta de lo conveniente que sería que estudiaran las consignas que difunden para que el personal las coree, mayormente para que los manifestantes no parezcamos aún más cretinos de lo que realmente somos.

Hay consignas que no resisten el más elemental análisis. «¡Obrero despedido, patrón colgado!», he oído vocear en decenas de concentraciones sindicales. Dejemos de lado la hipótesis de que pueda haber algún despido procedente -así sea como excepción- y detengámonos directamente en esa estrafalaria reivindicación de la ley de Lynch. ¿Son partidarios de la pena de muerte quienes lanzan tan sonoro eslogan?

Otra consigna que me ha tocado ampliamente las narices durante años: «¡Contra violación, castración!». ¿Hay mente que crea que el centro regulador de los actos de un violador se sitúa en su pitilín y no en su maldito cerebro?

«¡No seas tan racional; no te lo tomes tan literalmente!», me dicen. Pero, si estamos de acuerdo en que esas ideas son de una estupidez supina, ¿a cuento de qué corearlas?

Admito que hay consignas que tienen su gracia, aunque no pretendan ser científicas. Recuerdo una que leí en una pared de Alicante a comienzos de los años 80. Alguien había pintado: «El Premio Nobel de la Paz, para Juan Carlos I». Y una mano anónima había apostillado debajo: «Y la Medalla del Trabajo, para su padre».

El otro día me topé con una concentración en las puertas de un centro de salud cercano a mi casa. No era muy numerosa. Me acerqué para ver de qué iba aquello y comprobé que no era un acto motivado por ningún hecho sucedido en el centro, en particular, sino una protesta contra la degradación de la Sanidad Pública, en general. Una enfermera leyó un escrito, que apenas se oyó por culpa del ruido ambiente. La gente aplaudió un poco. El acto era de una combatividad limitada y, tal vez por ello, una congregada decidió animarlo poniéndose a corear consignas.

-¡Ana Botella, trabaja de doncella! -gritó.

Me quedé perplejo. Tras reflexionar un rato sobre la cosa, me dirigí a la mujer que repetía el ripio con creciente entusiasmo y le pregunté:

-Perdone, pero ¿por qué quiere usted que Ana Botella trabaje de doncella, en concreto? ¿Ha elegido ese gremio por algún motivo especial o tan sólo porque doncella rima con Botella? En el caso de que se apellidara Pérez, ¿qué gritaría usted? ¿«Ana Pérez, trabaja de alférez», por ejemplo?

La mujer me miró de arriba abajo y me respondió de un modo que revela a las mil maravillas el nivel del debate político de este país.

-Pero tú, tío, ¿de qué vas? ¿Eres del PP o qué?

Me lo puso tan a huevo que no pude evitar la réplica:

-No, señora; no soy del PP. Soy doncella.

 

[Es copia del artículo publicado por El Mundo el 14 de febrero de 2004]

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¿Por qué votan al PP?

JAVIER ORTIZ

         
Conozco un montón de gente que se declara perpleja ante las muy halagüeñas expectativas electorales del PP. ¿Cómo puede ser?

No soy la persona más adecuada para indagar en el pensamiento de los potenciales votantes del PP. Pero lo que sí puedo hacer -y he hecho- es analizar las razones de sus opuestos directos, es decir, de quienes consideran aberrante votar al PP. Al igual que el negativo de una foto es la misma foto, las antipatías totales pueden ilustrar sobre las simpatías.

El primer dato que he retenido tras analizar las posiciones de mis amigos radicalmente hostiles al PP es que otorgan una importancia enorme -nada representativa- a las cuestiones de principio. Ejemplo característico: todos ellos consideran indecente respaldar a quienes mintieron para justificar su implicación en una guerra sucia y pesetera. Votar al PP -dicen- es mancharse las manos con la sangre de los miles y miles de inocentes iraquíes.

Si analizamos ese argumento en su función práctica, constatamos que sólo impresiona a quienes nunca se creyeron las mentiras inventadas para justificar la guerra, y que deja fríos a los que aceptaron esas mentiras sólo para tener algo con lo que neutralizar su hipotética mala conciencia. (Lo cual da pistas para responder a otra pregunta recurrente: ¿Cómo puede ser que tanta gente que se opuso a la guerra vote luego a quienes la hicieron? Respuesta: la cuestión no es saber cuántos se opusieron a la guerra, sino cuántos convirtieron esa oposición en algo realmente importante para sus vidas).

La misma respuesta me vale también, mutatis mutandis, para resituar muchas otras objeciones de principio, ya se trate del reparto cada vez más desigual de la riqueza mundial, de la emisión a la atmósfera de gases contaminantes, de la ocupación marroquí del Sáhara, de la tragedia del pueblo kurdo, de la indiferencia ante el expolio de Argentina...

Hay millones de españoles que critican las posiciones del PP en ésos y en muchos otros asuntos. Claro que sí. Cuando les preguntan sobre ello. Cuando se acuerdan. Es decir, casi nunca.

Hace algunas semanas leí que en la costa sur del Mediterráneo se habían producido protestas masivas contra las inspecciones de trabajo en los campos de cultivo intensivo. Se estaba poniendo en peligro el negocio. ¿Quieren que les diga a quién votará allí la mayoría en las elecciones próximas? Olvídense de la guerra, de Chechenia y de los niños de Somalia. Votará al que ordene que se haga la vista gorda en los campos de cultivo.

El error es pensar que la gente vota lo que vota porque está desinformada y engañada. Hay gente desinformada y engañada, por supuesto. Pero ya va siendo hora de que asumamos que muchos votan a la derecha porque les va bien con la derecha, piensan como los de derechas y, en suma, son de derechas.

 

[Es copia del artículo publicado por El Mundo el 11 de febrero de 2004]

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Las preteridas de los prelados

JAVIER ORTIZ

         
La Conferencia Episcopal española hizo público el pasado lunes un directorio -un manual de instrucciones, que diríamos ahora- sobre los males que sufre, en su criterio, la institución familiar. Y sobre cómo combatirlos, claro.

Es un documento verdaderamente admirable. Por varias razones.

En primer lugar, es llamativa la insistencia con la que los prelados denostan una cosa que llaman «la revolución sexual». Los autores del directorio se refieren al asunto como si se tratara de algo de lo que todos y todas tuviéramos sobrada constancia y que, por lo tanto, fuera ocioso identificar. No haré chistes fáciles referentes a las respectivas experiencias que los obispos y yo podemos tener en este apartado de la humana actividad, pero puedo jurarles y les juro que, a mis 56 años de existencia, estoy por ver nada que se parezca a una revolución sexual. Créanme: todo lo que he contemplado al respecto es más viejo que mear contra la pared.

En realidad, si algo merece ser subrayado con grueso trazo en el libro de la Historia es la formidable capacidad que presenta la institución familiar para pervivir bajo las más variadas formas. Los obispos se refieren con obvio desagrado a los y las homosexuales (a quienes se proclaman tales, en vez de ocultarlo cual feo hábito bajo su impoluto hábito talar). ¿No se han preguntado nunca por qué las parejas de semejante sexo -que no del mismo: eso es imposible- se empeñan en casarse? ¿No se dan cuenta de que ahí está la prueba más rotunda de la vitalidad de la familia como esquema de organización de los individuos?

El único atisbo de reforma que se ha producido en las últimas décadas en las relaciones sexo-afectivas entre las personas -y digo reforma, que no revolución- es el empeño prometeico que han puesto algunas mujeres por pintar algo en la línea de mando de la existencia diaria. No han conseguido demasiado, como muy bien pueden comprobar los señores obispos con sólo mirar en los despachos de su propio negocio. Pero están en ello.

¿Es tal vez eso lo que les parece mal, preocupante, peligroso? ¿Piensan acaso que es ese esfuerzo libertario femenino el culpable de que algunos hombres se dediquen a poner a las mujeres «en su sitio» apelando a la indiscutible superior fuerza bruta de los brutos?

El mando eclesial ha convivido durante siglos y sin demasiada incomodidad aparente con la dictadura patriarcal. No está tan lejano el tiempo en el que la Iglesia mostraba su pastoral comprensión para con los maridos que se creían obligados a lavar en sangre su honor mancillado por la mala pécora de turno.

Alegan ahora que ya se han autocriticado por ello. Pero, qué curioso: siempre critican cuando la crítica tiene efectos prácticos, y se autocritican cuando ya no sirve para nada. ¿Qué tal si redactan un directorio sobre su portentoso sentido de la oportunidad?

 

[Es copia del artículo publicado por El Mundo el 7 de febrero de 2004]

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Diálogos humeantes

JAVIER ORTIZ

        
Dos altos dirigentes del PP fuman hermosos habanos y especulan mirando el humo que les huye hacia el techo.

-¿Y si le exigimos que lo expulse? -musita el uno.

-¿Que expulse quién a quién? ¿Maragall a Carod? -susurra el otro.

-¡No, hombre! Eso ya está hecho. En lo que yo estaba pensando es en exigir a Zapatero que expulse a Maragall.

-¿Por qué?

-¿Qué más da? Por lo que sea. Por mal español. Por gangoso. Por lo que ha dicho del 36. Qué más da.

-¿Y para qué?

-Pues para ayudar a que las aguas sigan su curso natural, hacia la desembocadura. ¿No has oído hablar de la teoría del dominó de Kissinger? Maragall tumba a Carod; Zapatero tumba a Maragall; Bono tumba a Zapatero; Rodríguez Ibarra tumba a Bono...

-¡Te veo venir! Tú lo que quieres es que Rodríguez Ibarra se haga con el control del PSOE.

-No; yo estoy pensando en el paso siguiente: adiós al PSOE.

 

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-Pero, ¿crees que Zapatero puede dejar que se le arrastre a una dinámica tan autodestructiva? -pregunta el menos convencido.

Y el primero, que es gallego, repregunta:

-¿No viste la experiencia, hombre de Dios? ¿Crees que Zapatero es capaz de meterse en alguna dinámica que no sea autodestructiva?

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-Tiene de consejero a Pérez Rubalcaba. Ese sabe mucho.

-¡Rubalcaba! ¡Un gran conspirador! Especialista en el regate corto. Me lo dijo una vez un socialista que lo conoce bien: es capaz de regatear a siete contrarios y acabar metiendo un golazo.Eso sí: en su propia portería. Claro que no se le puede pedir todo.

 

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-Los partidarios de Carod-Rovira están contratacando.

-¡Ah! ¿Y qué dicen?

-Chorradas. Cuentan que un tal John Hume ha dicho que si alguien tiene la posibilidad de hablar con una organización violenta para persuadirla de que deje de matar, tiene la obligación de hacerlo.

-¿Y quién es ése que ha dicho eso?

-Un líder laborista republicano de Irlanda del Norte. Lo pusieron a caldo en 1993 porque se descubrió que tenía reuniones secretas con el IRA.

-Un Carod cualquiera.

-Sí. La hizo buena.

-¿Y qué?

-Pues nada; que parece que esas conversaciones contribuyeron no sé cómo a los acuerdos de Viernes Santo, cinco años después...Total: que en 1998 le concedieron el Premio Nobel de la Paz, mano a mano con otro que tal baila.

-¡Bah, el Nobel! ¡Eso es como lo de los Goya!

-Hombre, sí. Pero con mucho más dinero.

-¡Es verdad! Por cierto: ¿tú no crees que a Jose...? Hombre, no te digo ahora mismo, que está tan reciente lo de Irak, pero con el tiempo...

 

[Es copia del artículo publicado por El Mundo el 4 de febrero de 2004]

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Columnas publicadas con anterioridad

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