NORMAS DEL JUEGO DEL DICCIONARIO

 

En varios apuntes del Diario he hecho mención al hecho de que, de vez en cuando, nos juntamos en pandilla

para jugar «al Diccionario». Han sido varias las personas que me han escrito preguntándome en qué

consiste la cosa. Como quiera que no de ningún sitio donde figuren sus reglas, me he decidido

a escribirlas, para “socializar” la diversión, que es sana, barata y reconfortante. Ahí van.

 

El juego no tiene un número fijo de intervinientes, pero conviene que haya un mínimo de 5 y un máximo de 10 o 12.

Con menos es aburrido, y con más se complica demasiado.

Es muy recomendable que la gente que juega sea o haya sido usuaria habitual de diccionarios y enciclopedias, para que esté familiarizada con los formulismos y tópicos propios de tales libros.

Nosotros solemos jugar con el diccionario de Julio Casares. Tiene dos ventajas: primera, el tamaño (ni muy pequeño ni demasiado grande), y segunda, la abundancia de definiciones disparatadas.

De todos modos, vale cualquier otro diccionario no especializado.

Vamos con la mecánica.

- Se proporciona a cada concursante dos folios en blanco (todos ellos iguales) y lápices o rotuladores también iguales, de modo que no haya nada que permita deducir a simple vista de quién es cada "trabajo".

Uno de los folios es para escribir las definiciones.

Cada concursante hace constar en el extremo superior derecho de este folio su nombre, con fines de posterior identificación. El otro folio es para sus notas personales.

Repartido el material, comienza el juego.

Uno de los concursantes (puede sortearse, aunque da igual) asume el papel de “madre” (luego irán haciendo esa misma función todos los demás, en círculo).

La “madre” busca una palabra en el diccionario cuya definición le parezca absurda, chocante o inverosímil, y dice la palabra en voz alta.

A partir de ahí, cada concursante escribe en su folio de definiciones una que crea que puede dar el pego a los demás concursantes. No tiene por qué poner la definición que le parezca correcta: lo que importa es que piense que la que pone puede engañar a los demás.

La “madre” escribe en su propio folio la definición que figura en el diccionario, siempre en su primera acepción.

Una vez todo el mundo ha hecho su trabajo, se lo entrega a la “madre”, que toma precauciones para que los demás no vean los folios (hay gente que los tapa de la vista de los demás con un disco, una revista grande o similar). 

La “madre” altera el orden de los folios, para borrar la pista del orden de entrega. Los numera y procede a leerlos con la mayor asepsia de la que sea capaz. [Para evitar vacilaciones o confusiones en la lectura de alguna de las definiciones, cosa que desvelaría a los demás que ésa no es la verdadera, la “madre” debe leerse todas las definiciones previamente y, si es necesario, llamar a un aparte al autor o autora, para que le aclare qué ha escrito. Para que tales consultas no menudeen, conviene que todo el mundo escriba las definiciones en letras de imprenta (mayúsculas, versales o como cada cual quiera llamarlas),  señalando bien los acentos, etc.]

Una vez leídas todas las definiciones (cada concursante aprovecha el otro folio para tomar las notas oportunas, que le permitan recordar lo que les han leído), se procede a la votación. 

Para escribir los votos se han cortado previamente papelitos pequeños.

Cada concursante escribe el número de la definición que le parece la correcta, lo firma con su nombre y deposita la papeleta (doblada) en un recipiente.

Terminada la votación, otro concursante (cualquiera) saca del recipiente los votos y los ordena: tantos votos a la definición 1, tantos a la 2...

Acabado el escrutinio, la “madre” va leyendo las definiciones, ahora identificando ya a los autores. Y el recontador de votos va anunciando: Fulanito ha tenido dos votos, Menganita tres, Zutano ninguno...

Reparto de puntos:

- Cada cual se lleva tantos puntos como votos haya recibido su definición;

- Quienes hayan acertado la definición verdadera (la anotada por la “madre”) se apuntan un punto cada uno (esto es acumulable con lo anterior, es decir, que uno puede obtener dos puntos, por ejemplo, porque dos concursantes han votado su definición, y otro más por haber acertado la verdadera, escrita por la “madre”);

- La “madre” se apunta tantos puntos como concursantes no hayan acertado la definición verdadera.

- También se apunta un tanto quien haya escrito la definición verdadera, exactamente con las mismas palabras que figuran en el diccionario. (¡Ojo! No vale con que haya acertado a reflejar “la idea”, ni siquiera en el caso de que haya sabido escribirla más correctamente que en el propio diccionario. Ésta es una norma que puede parecer injusta, pero está extraída de largas, penosas y nada fructíferas discusiones prácticas. Tiene que haber escrito exactamente la misma definición que la “madre”, con las mismas palabras.) 

Obviamente, quien hace de “madre” tiene ventaja –es más fácil despistar que acertar–, pero como todos los concursantes van siendo “madre” por turno, esa ventaja acaba por repartirse entre todos por igual.

Nota práctica: conviene que la persona encargada de tomar nota de los puntos sea siempre la misma, para que la cosa no se líe. La mayoría de los anotadores suelen hacer una rejilla, con los nombres de todos los concursantes y casillas para apuntar cuántos puntos obtiene cada cual en cada partida y cuántos lleva acumulados en total.

El juego acaba cuando la ronda de “madres” se completa.

Pueden hacerse tantas rondas como se quiera. Según el acuerdo al que se llegue, cabe continuar la siguiente ronda a partir del resultado de la anterior o empezar de cero.

El juego, contado así, parece soso, pero puedo jurar que, a nada que los concursantes sean listillos e ingeniosos, la juerga está asegurada. Los despliegues de botánica («Planta oleaginosa de la familia de las...»), de americanismos («En Perú, carlota de la cincha de las caballerizas...»), de términos marineros, arquitectónicos, etc., sumen a la mayoría de los concursantes en la perplejidad. Al final, se acaba votando a ojo. Y “la madre” disfruta como loca encontrando palabras cuya definición verdadera todo el mundo desdeña por absurda. (Ejemplo: «Gomel: Gomer». ¡Es la definición que figura en el Casares! A ver quién es el guapo que vota eso...). n

 

[Vuelve a www.javierortiz.net ]