«Es posible que Euskadi sólo admita soluciones impuras». Desde esta hipótesis, Xabier Aierdi (Zeberio, 1957), profesor de Sociología en la UPV y presidente de este gremio profesional en Euskadi durante un lustro, hasta 2001, invita a los partidos a «contaminarse» con las «buenas razones del contrario», abandonar la tesis de que «sólo desde un lado se puede construir la realidad» y continuar con una iniciativa de paz cuyo fracaso «causaría una profunda desilusión en la ciudadanía». «Este país tiene mala solución mientras no sepamos que estamos obligados a convivir con gente que no nos gusta o que preferiríamos que no existiera», señala Aierdi, quien previene: todo proceso de normalización «tiene una parte de justicia y otra de olvido».
-¿Percibe cierto desánimo social ante la marcha del proceso?
-La información que nos llega es que no discurre como a la sociedad le gustaría que fuera. La sociedad, incluso la que puede representar el mundo de la izquierda abertzale, quiere ya vivir en paz.
-¿Ese convencimiento es superior al de anteriores acercamientos a ETA?
-Sí. Yo creo que la inocuidad de la violencia como método político está ya comprobada. Lo único que puede suceder es que determinados sectores jóvenes que no tengan un elemento de comparación histórico con otras épocas todavía vean que ellos son una generación que no ha hecho su aporte y que la aportación violenta pudiera ser ahí eficaz. Pero creo que los mayores les están diciendo: «No, se ha acabado, la violencia está deslegitimada».
-¿Por esa inercia puede persistir aún la kale borroka?
-Quizá por eso y porque a veces se ha pensado que, presionando sobre aquél con el que negocias, le estás recordando que queda alguna parte de lo hablado sin cumplir o, simplemente, es una forma de comprobar si realmente tiene voluntad negociadora.
-Una táctica.
-Pero no están acertando con ella porque, hoy por hoy, el PP no se suma a la negociación, sino que deja a un partido como Gobierno que sea el que negocie. No se dan cuenta de que pueden debilitar a la parte que quiere negociar de todo el aparato estatal. O puede que sí. Mi duda es que Batasuna esté sufriendo cierto horror al vacío pensando que negocia sólo con el PSOE. La izquierda abertzale quiere negociar con el Estado, con un aparato que le garantice que lo que ha firmado se cumplirá por parte de quien gobierne en cada momento.
-¿La sociedad admitiría un fracaso?
-Sufriría una profunda desilusión. Es una de las cosas que deberían barajar todas las partes. No entiendo la posición del PP. Creo que está teniendo muy poca compasión con la ciudadanía. Puede partir de la hipótesis de que es posible vencer policialmente a ETA -en parte se ha demostrado que es verdad- y que mañana vas a humillar, pero de la humillación no sale ningún consenso duradero. La humillación de hoy es conflicto pasado mañana. Tampoco entendería que la izquierda abertzale no aprovechase el momento. El resto de los partidos está cumpliendo, situándose al margen o colaborando.
-¿Se están anteponiendo demasiados factores políticos -mesa, diálogo, condiciones, legalización de Batasuna- al alma y el fondo de la cuestión, que es evitar más muertes?
-Evitar que haya más muertes es fundamental. Y, junto a eso, hay que ser conscientes de que en el País Vasco existe un conflicto violento, que es el que ha ejercido ETA y ha sido como el árbol que impide ver el bosque, pero también un conflicto político. Y en éste hay una doble dimensión: una parte de la ciudadanía tiene un mal encaje en el Estado -y hay que tenerlo en cuenta- y el conflicto entre vascos, porque no hemos conseguido establecer un consenso fundacional sobre qué nos constituye como sociedad.
-¿En qué sentido?
-Un 40% de la población sigue sintiéndose vasco, un 35% ó 40% es tan vasco como español y un 20% se manifiesta español. Puedo darle un cuadro perfecto del Euskobarómetro de los últimos 25 años y eso no cambia. Si no hemos sido capaces de convencernos en ese tiempo, no lo vamos a hacer en seis meses. Las identidades existen y hay que articularlas. Es un conflicto político sobre qué somos, quiénes somos, cómo nos autoconstituimos y cómo logramos un encaje dentro del modelo constitucional.
-Son muchas preguntas.
-Aquí siempre una parte de la población se va a quedar insatisfecha. Ahora bien: tenemos que ver si podemos pactar la insatisfacción que cada uno quiere asumir. Eso sería conseguir un círculo cuadrado. Porque las cifras no dan para la independencia ni para quedarse en el actual Estatuto.
-¿Dónde está el equilibrio?
-Ese es el asunto a debatir. Si este país tiene cuatro patas -izquierda abertzale, derecha abertzale, izquierda española y derecha española-, todas ellas deben buscar un consenso. Esas cuatro patas existen y están presentes sistemáticamente en todas las elecciones. No podemos decir: «ilegalizo Batasuna y deja de existir la izquierda abertzale» o «no viene a la mesa el PP, luego ya no existe la derecha española». No.
La Transición
-Algunos analistas sostienen que el modelo puede ser el de la Transición; se soslayan algunas tragedias y todos miran hacia delante.
-Sí, aunque es preciso negociar esa parte de insatisfacción que corresponde a cada uno. Porque aquí probablemente no pueda haber un modelo que resuelva todas las pretensiones. Aquí todavía no nos hemos contaminado mutuamente de las buenas razones del otro. Mientras no sepamos que estamos obligados a convivir con gente que no nos gusta y que preferiríamos que no existiera, que ese es el principio de tolerancia, este país tiene muy mala solución.
-Un síntoma de inquietud a nivel público es que el proceso parece un tanto intangible. ¿Faltan datos o pronunciar las 'verdades del barquero'?
-Pienso que no se pueden decir las verdades ni los procesos deben realizarse en los medios de comunicación. Es más, creo que agradeceríamos no saber. Lo mejor es no enterarnos hasta la víspera de la firma del acuerdo o de que ETA deje las armas. La lógica del 'hooligan' es muy mala en política.
-Puede romper el proceso.
-Hay partes que se están dedicando a eso. Lo que no termino de ver es qué buscan realmente. ¿El poder? ¿Y merece la pena que te cargues un proceso que puede poner fin a décadas de sufrimiento para conseguir el Gobierno a corto plazo?
-La extensión de la trifulca entre el Gobierno y el PP a los jueces no invita al optimismo.
-Hay que pensar que los jueces siempre han estado politizados y siguen estándolo, pues todos los órganos de representación son un campo de batalla más de la política. Los jueces también han entrado en ese juego. Todo el mundo está participando con bastante alegría en poner su propia chinita.
-¿Existe solución a esta espiral?
-Un proceso de paz tiene una parte de justicia y otra de olvido. A veces se quiere hacer un proceso tan modélico que termina pareciéndose a un no-proceso o a un proceso abortado. Debemos hablar de qué es realizable en este momento. Igual Euskadi sólo admite soluciones impuras. No se puede pensar que únicamente desde uno de los dos lados puede articularse la realidad.