Columnas
de Javier Ortiz aparecidas en
             
durante el
mes de mayo de 2004
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   Mayor hace campaña  | 
 
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   JAVIER ORTIZ Digo yo que doña Esperanza no habrá olvidado que otros «ellos» de idéntica procedencia se mostraron persuadidos hace algo más de dos meses de que Mariano Rajoy ganaría las elecciones generales.Y que, tres años atrás, otros «ellos» muy similares daban por hecho que Mayor Oreja vencería en las elecciones autonómicas vascas. Seguro que recuerda lo mucho que todos esos «ellos» acertaron. A lo largo de su ya dilatada carrera política, Jaime
  Mayor ha evidenciado que tiene un serio problema con las urnas. Los sondeos
  se le dan bien pero, cuando llega la hora de la votación, se atasca. No es
  que fracase en la movilización de sus partidarios; es que, según todas las
  trazas, resulta todavía más eficaz movilizando a los electores contrarios.  Las listas al Parlamento Europeo están siempre bajo
  sospecha.La ciudadanía se barrunta que los partidos envían allí a tres tipos
  de dirigentes: a los fracasados, a los que incordian y, muy en especial, a
  los fracasados que incordian. No creo que haya muchos electores que duden de
  que, si el PP ha optado por mandar a Mayor Oreja a Estrasburgo, es para
  ofrecerle una salida más o menos honorable, pero sobre todo lejana.  No son circunstancias que ayuden a suscitar un
  entusiasmo loco en los votantes.  El ex aspirante a presidente de la Comunidad Autónoma
  Vasca ha trazado las grandes líneas de su campaña electoral para el 13-J
  acusando al PSOE de pretender una Europa «socialdemócrata, laica y enfrentada
  a los EEUU». Se ve que ignora que la mayoría sociológica de este país
  responde punto por punto a ese preciso patrón: simpatiza con las medidas
  políticas que suelen identificarse con el Estado de Bienestar y la
  socialdemocracia, es partidaria de la plena separación de la Iglesia (de las
  Iglesias) y el Estado y, después de lo sucedido en los últimos meses, ha
  renovado su tradicional animadversión hacia los gobernantes de Washington.
  Tratar de asustar al electorado diciéndole que como vote al PSOE va a
  contribuir a una Europa social, laica y con fuerte personalidad en el
  escenario internacional es, lisa y llanamente, hacer campaña a favor del
  adversario.  He oído en las últimas horas un par de intervenciones
  públicas del cabeza de lista del PSOE, Josep Borrell. Bastante flojas.No creo
  que el ex ministro de González vaya a dar la victoria a su partido. Para mí
  que, tal como están las cosas, el activo electoral más importante que tienen
  los socialistas de cara a las próximas elecciones es Mayor Oreja.  [Es
  copia del artículo publicado por El
  Mundo el 29 de mayo de 2004] Para
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   Elogio del disenso  | 
 
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   JAVIER ORTIZ El consenso, por ejemplo. Venimos arrastrando desde 1976 el lugar común de que el
  consenso es lo mejor. Que no hay nada como que los partidos se pongan de
  acuerdo. En todo, a poder ser.  Es un criterio peligrosamente antidemocrático.  En toda sociedad libre y plural conviven diferentes
  realidades sociales, de las que se derivan intereses contrapuestos e
  ideologías divergentes, que expresan el modo en el que cada tendencia
  considera que debería organizarse el conjunto. Nadie tiene por qué renunciar
  a sus ideas para hacerlas más parecidas a las del resto. Al contrario, cada
  cual debe defender su propia concepción de la vida colectiva y contraponerla
  -de manera pacífica, por supuesto- a las otras.  Luego va y se vota. Y el que gana, tira para adelante
  con su proyecto, respetando al máximo las posiciones minoritarias, pero sin
  amoldarse a ellas.  Aquí no funcionamos así. Aquí se parte de que lo bueno
  es que los dos grandes partidos se pongan de acuerdo, para que no haya una
  verdadera alternativa entre opciones contrapuestas, sino una receta única de
  aplicación obligatoria. Y al que defienda otra cosa, que le den viento
  fresco.  Tómese el caso de la actual polémica sobre la reforma de
  los estatutos de autonomía. Por las razones que sea -y con todas las
  vacilaciones que sea-, Zapatero se ha inclinado por un modelo de reformas a la carta, que aporte soluciones
  concretas a los problemas específicos de cada comunidad autónoma. No tiene
  nada de inconstitucional. Al contrario: la Constitución consagra la
  existencia de diferentes colectividades territoriales («nacionalidades y
  regiones») y prevé que unas y otras puedan disfrutar de diversos grados de
  autonomía. Al PP eso le parece mal y prefiere que el poder central fije de
  antemano los límites («el techo competencial») y que sólo luego se desarrolle
  el debate en cada comunidad autónoma. Pues vale: es su planteamiento.  Pero no: ya está el patio resonante de voces que exigen
  a ambos que alcancen un consenso. El maldito consenso. ¿Cómo puede haber
  consenso, si se trata de dos modelos contradictorios?  Fácilmente: renunciando el PSOE al suyo.  Que es en lo que acaban siempre los consensos en España:
  haciendo todos lo que impone la derecha. [Es
  copia del artículo publicado por El
  Mundo el 26 de mayo de 2004] Para
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   Lo obvio de la boda  | 
 
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   JAVIER ORTIZ Y es que imagino que casi todo quisque se habrá planteado el disparate que supone que las autoridades hayan decidido poner el dinero de los contribuyentes a disposición de un ejercicio de boato tan aparatoso y tan frívolo. El gasto presupuestado para esta boda es como para
  quitar el hipo. ¿Qué pasa, que el erario rebosa y podemos permitirnos
  subordinar alegremente las necesidades reales a las ceremonias reales?  Alegan algunos -a media voz y sin demasiado entusiasmo-
  que la repercusión internacional del suceso puede que compense la inversión.
  Pero, ¿qué clase de publicidad va a ser ésa? Todos cuantos vean la ceremonia,
  en Texas o en la Cochinchina, serán convenientemente informados de que Madrid
  no es así. Que ése es un Madrid de atrezo, como la calle central de Bienvenido Mr. Marshall.  Recuerdo dos precedentes muy sonados. En mi infancia, la
  retransmisión de la boda de Balduino de Bélgica y Fabiola de Mora y Aragón.Y
  luego, la de Carlos de Inglaterra y lady
  Diana Spencer. Que yo haya oído, ninguna de esas dos ceremonias expandió
  por los siete mares el deseo irresistible de ir de vacaciones a Bruselas o a
  Londres.  La crítica al dispendio principesco realizado para
  celebrar este matrimonio resulta tan de cajón que lo llamativo es lo poco
  presente que está en los medios de comunicación españoles. Parecen haberse
  hundido en un mar de merengue. Apenas queda cronista que no se sume al coro y
  cante qué buenos son los padres escolapios, qué buenos son que nos llevan de
  excursión.  Pero mentiría si dijera que me extraña. Sé de sobra
  -todos sabemos- que esto no es más que la enésima manifestación de una
  pantomima que arrastramos desde la Transición y que obliga a mantener a la
  Monarquía española (¡sólo a la española!) fuera del campo de la crítica
  pública. En las barras de los bares se cuenta lo que sea -y no necesariamente
  cierto-, pero de cara al público lo obligado es decir que todos son
  guapísimos, elegantísimos, amantísimos del pueblo y muy pero que muy
  ejemplares.  Los habrá que vivan tan dentro de esa ficción que no se
  enteren de lo que sucede fuera de ella, pero otros sabemos muy bien que hay
  una parte sustancial de la población española que está francamente cabreada
  con lo que va a suceder hoy en Madrid. En todos los sentidos. Incluyendo el
  hecho de que un acto de Estado se someta a los ritos de una confesión
  religiosa.  Mucha gente se pregunta: «¿Y qué méritos han acumulado
  estos contrayentes para que debamos agasajarlos de semejante modo y a
  semejante precio?».  Es una pregunta retórica, obviamente. Todo el mundo
  conoce la respuesta.  [Es
  copia del artículo publicado por El
  Mundo el 22 de mayo de 2004] Para
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   Cosas que no entiendo  | 
 
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   JAVIER ORTIZ Entiendo igualmente que al PSOE le disguste que el ex presidente se vaya a EEUU a hacer propaganda de esas ideas y que se entreviste con Bush y con Rumsfeld para mostrarles su entusiástica solidaridad (aunque en realidad esto lo entiendo ya algo menos, porque el viaje en cuestión beneficia más al PSOE que al PP. Pero da igual.) En todo caso, lo que no entiendo ni poco ni mucho es que
  el PSOE acuse a Aznar de «deslealtad» por haber realizado ese viaje.  Sostienen los dirigentes socialistas que el anterior
  inquilino de La Moncloa se ha comportado con deslealtad hacia el Gobierno,
  hacia el Parlamento y ante la mayoría de la ciudadanía de España, que están
  en contra de la presencia de tropas locales en aquel país. Y lo ponen verde
  por eso.  Admito que ahí me cogen fuera de juego. ¿Qué ley,
  positiva o moral, proclama que los ex presidentes no pueden criticar con
  perfecta libertad la política de sus sucesores, aquí o en Lima? ¿Qué norma
  restringe su libertad de expresión? ¿A qué clase de lealtad apelan? ¿Será
  necesario recordar que, en las contiendas políticas que se desarrollan en los
  regímenes de libertades democráticas, los crímenes de lesa patria encuentran
  escaso acomodo?  Aznar tiene todo el derecho del mundo a expresar sus
  opiniones políticas con plena libertad, aquí, en Washington o en donde se le
  ponga. Igual que los demás tenemos todo el derecho del mundo a ponerlo de
  vuelta y media por defender esas opiniones.Y a decir que se cubre de gloria
  con ellas.  Voy ahora a otra historia que no entiendo, pero ésta del
  otro bando.  Jaime Mayor Oreja, principal candidato del PP a la
  derrota en las elecciones europeas (está en su salsa: él es especialista en
  perder elecciones), reprocha a José Borrell que hable de las torturas
  norteamericanas a prisioneros iraquíes, y le dice que, como insista en
  referirse a ellas, él hablará de los GAL.  No lo entiendo. Si Mayor tiene algo que aportar sobre la
  implicación del PSOE en la actividad de los GAL, ¿no debería sacarlo a
  relucir, con independencia de lo que Borrell diga o deje de decir? Amenazar
  con hablar de ello sólo si el candidato socialista no se comporta como él
  quiere, ¿no es un chantaje?  Imaginemos que Borrell respondiera que, si Mayor Oreja
  no condena el comportamiento de las tropas estadounidenses en Irak, él sacará
  a relucir los casos de tortura que diversos organismos internacionales
  denunciaron en España cuando su rival era ministro del Interior. O que
  amenazara con denunciar lo que hizo el ex ministro cuando era delegado del
  Gobierno en el País Vasco en tiempos de la UCD y el Batallón Vasco-Español
  mataba con total impunidad.  «¿Y qué hizo?», se preguntarán ustedes.  Esa es la cosa: nada.  [Es
  copia del artículo publicado por El
  Mundo el 19 de mayo de 2004] Para
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   Tales para cuales  | 
 
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   JAVIER ORTIZ Para empezar, Donald Rumsfeld no movió ni un dedo para enterarse de lo sucedido realmente en la prisión de Abu Ghraib. No se entrevistó con ningún iraquí, ni siquiera de los que colaboran con las fuerzas de ocupación a su mando. No tuvo contacto con nadie que pudiera aportarle información imparcial sobre las denuncias de torturas a los prisioneros. No pidió perdón al pueblo de Irak, a quien de hecho no se dirigió en ningún momento, ni directa ni indirectamente. Sin contar con ni un solo dato más de los que ya tenía antes de emprender vuelo hacia Bagdad, acusó a los medios de comunicación de haber exagerado lo ocurrido e incluso de haberse «servido de mentiras», aunque se cuidó muy mucho de señalar cuáles. En defensa de sus posiciones, Rumsfeld empleó argumentos
  que obligan a preguntarse si es él quien no da los mínimos o si se expresa
  así porque piensa que es la audiencia la que no se merece nada mejor. Por
  ejemplo, llegó a decir que no es verdad que las denuncias de torturas hayan
  debilitado gravemente el prestigio de su país en el mundo y aportó como
  prueba... que cada vez hay más extranjeros que quieren hacerse ciudadanos de
  los Estados Unidos.  Otra joya de no menos quilates: informó de que sus
  soldados tienen el expreso encargo del presidente Bush de tratar a los
  prisioneros «humanamente y de acuerdo con la Convención de Ginebra» salvo si
  se trata «de talibanes o de personas vinculadas a Al Qaeda». Como quiera que
  los encargados de hacer esa catalogación son ellos mismos, lo que Rumsfeld
  dijo en realidad es que tienen el encargo de tratar humanamente a los
  prisioneros que les venga en gana, y a los que no, no. (Por cierto: ¿alguien
  sabe de algún artículo de la Convención de Ginebra que autorice a los
  ejércitos a no «tratar humanamente» a los prisioneros -es decir, a tratarlos
  inhumanamente- en tales o cuales casos especiales?)  Human Rights Watch acaba de denunciar que agentes de los
  servicios secretos y del Ejército de los EEUU en Afganistán maltratan «de
  forma sistemática» a los detenidos y que los abusos que vienen registrándose
  allí son «similares» a los constatados en Irak. Según HRW, el Gobierno de
  Washington cuenta desde hace meses con informes detallados al respecto, pero
  no ha hecho nada.  «Ustedes han ayudado a liberar a 25 millones de seres
  humanos», clamó Rumsfeld en su arenga a la tropa estadounidense en Bagdad.
  Casi de forma simultánea, The
  Washington Post publicaba los datos de un sondeo realizado en Irak bajo
  los auspicios de la ONU según el cual el 82% de esos «seres humanos» quiere
  que sus liberadores se vayan con viento fresco cuanto antes. ¡Ingratos! [Es
  copia del artículo publicado por El
  Mundo el 15 de mayo de 2004] Para
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   Ojos que ven  | 
 
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   JAVIER ORTIZ La foto -todas esas fotos, todos esos vídeos- ha provocado un gran escándalo. Me pregunto por qué.  Descarto que la opinión pública estadounidense creyera
  hasta ahora que sus soldados estaban proporcionando un trato educado y cortés
  a los prisioneros iraquíes. En los últimos meses, sus medios de comunicación
  han recogido el debate jurídico provocado por la instalación en Guantánamo de
  un campo de internamiento de prisioneros, llevados allí tras la Guerra de
  Afganistán con la exclusiva finalidad de privarlos de todo tipo de derechos.
  Supongo que los ciudadanos norteamericanos no pensarían que se les privó de
  derechos para tratarlos con más consideración.  Quienes de entre ellos se hayan tomado luego el trabajo
  de informarse algo más se habrán enterado de que los militares encargados de
  interrogar a los detenidos en Guantánamo -y fuera de territorio
  estadounidense, en general- utilizan un manual que instruye sobre la
  aplicación de hasta veinte técnicas de tortura autorizadas de forma expresa
  por el Pentágono (aunque totalmente contrarias a las leyes internacionales,
  por supuesto).  A decir verdad, las Fuerzas Armadas de EEUU no se han
  distinguido nunca por la limpieza de los medios de los que se sirven, y sus
  ciudadanos lo saben de sobra, aunque no hayan indagado demasiado en la
  trastienda de su Historia. Su poderosa industria cinematográfica les
  proporciona todos los años una abundante dosis de exaltación de los métodos
  más expeditivos, tanto militares como policiales, utilizados por tipos
  estupendos que consideran la Ley como un estorbo para la consecución de sus
  fines, supuestamente muy nobles y patrióticos.  Los estadounidenses no necesitan mucha imaginación para
  suponer que, si ésa es la ideología dominante en su país, la práctica
  dominante no puede irle demasiado a la zaga.  Entonces, ¿qué es lo que les está escandalizando tanto
  ahora mismo?  Habrá de todo, claro está -son muchísimos millones, de
  sensibilidades muy diversas-, pero me temo que lo que más moleste a muchos
  sea... verlo. Que les hayan colocado físicamente ante la realidad de aquello
  a lo que nunca se opondrían si pasara a oscuras. Si no se lo pusieran delante
  de las narices.  Tampoco me extrañaría que otra parte de la reacción de
  desagrado provenga de personas que se sienten mal viendo a mujeres haciendo
  cosas tan «de hombres».  Y, en fin, tratándose de ese país, hasta puede haber
  quien haya puesto el grito en el cielo porque el Ejército autorice a fumar
  mientras se tortura. [Es
  copia del artículo publicado por El
  Mundo el 12 de mayo de 2004] Para
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   Espera sin esperanza  | 
 
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   JAVIER ORTIZ Hay que suponer que también los terroristas islámicos recurren a medios de proselitismo algo más discretos. ¿O no? De creer la versión oficial sobre la matanza de
  Madrid, esa gente funciona con normas de seguridad interna muy rudimentarias,
  prácticamente inexistentes. Un grupo como el que ha sido acusado de la
  autoría de la matanza del 11-M tiene que ser muy fácil de controlar, e
  incluso de infiltrar (no digamos para unos servicios policiales con amplia
  experiencia en la introducción de topos en organizaciones avezadas en las
  técnicas de la clandestinidad, como ETA).  Hay ahí una chirriante contradicción. Es incomprensible
  que una gente que actuaba de un modo tan imprudente, por no decir transparente,
  que iba dejando por todas partes rastro de lo que hacía, que integraba a
  hamponcillos, gente requetefichada y confidentes, pudiera montar semejante
  tinglado sin que la policía se enterara de nada. Pero aún más difícil de
  entender es que esa misma policía que ni había olido lo que se preparaba
  pudiera luego desmontar toda la trama en el plazo de pocas horas, una vez
  producida la masacre.  -¿Cuál es tu teoría? -me preguntaba anteayer una amiga a
  la que le hice un somero recuento de las incongruencias que contienen las
  explicaciones (y las filtraciones) oficiales.  -No tengo ninguna -le respondí.  Y es verdad. Tomo en consideración todas las hipótesis,
  pero no suscribo ninguna. ¿Con qué fundamento podría hacerlo? Ni siquiera
  descarto que haya podido ocurrir lo que de entrada parece descartable: que
  esa banda tan chapucera como heteróclita -en la que, por haber, había hasta
  fundamentalistas descreídos- fuera capaz de organizar en perfecto secreto y
  perpetrar coordinadamente el triple atentado del 11-M. ¿Improbable? Mucho.
  ¿Imposible? En absoluto. La Historia registra hechos bastante más
  insólitos.Ahora bien: ¿cómo negar que hay demasiadas piezas que no encajan?  Espero que la comisión parlamentaria que va a crearse al
  efecto se encargue de dar cumplida respuesta a todas las incógnitas. Pero
  recuerdo que el verbo esperar tiene dos sentidos: yo espero porque aguardo;
  no porque confíe. [Es
  copia del artículo publicado por El
  Mundo el 8 de mayo de 2004.] Para
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   ¿Gracias? De nada  | 
 
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   JAVIER ORTIZ Convendrá empezar por precisar que este Bush no ha liberado a nadie de nada, así sea por meras razones de edad. Del mismo modo que a nadie cabe reprochar los crímenes cometidos por sus mayores -los alemanes de hoy no son culpables de la existencia del III Reich, por ejemplo-, tampoco es lícito atribuirles los eventuales méritos adquiridos por sus ancestros. Pero es que, además, Aznar reclama unos agradecimientos
  que no se deducen de los hechos históricos que invoca.  Hablemos de la derrota del nazismo. Hitler se hundió
  como resultado de dos ofensivas militares combinadas: la del frente occidental,
  en la que las tropas norteamericanas tuvieron sin duda un papel clave, y la
  del frente del Este, que corrió en lo esencial a cargo del Ejército Rojo.
  ¿Deberemos considerar desagradecidos a los europeos del Este por haberse
  vuelto con el tiempo en contra de sus libertadores soviéticos?  Se me replicará que lo hicieron en función de hechos
  posteriores.Y así es. De la misma manera que otros han criticado más tarde a
  EEUU respondiendo también a hechos posteriores.  Tras la II Guerra Mundial, muchos europeos tuvieron
  serios motivos para odiar a los gobernantes estadounidenses e ingleses, que
  se repartieron con Stalin el Viejo Continente a su conveniencia, burlándose
  de la soberanía de los pueblos. Se atribuyeron los países como si fueran los
  lotes de una herencia. ¿Merece eso gratitud?  Pongámonos en el caso de España. Hoy en día está de
  sobra establecido -por documentos desclasificados
  del propio Pentágono- que EEUU no sólo se negó en los años 40 a provocar la
  caída del general Franco, sino que le ayudó a mantenerse. Incluso sofocó las
  disensiones que surgieron dentro del propio Ejército español en contra del Generalísimo. Washington consideró que
  el papel de la dictadura franquista le resultaba conveniente y, en función de
  ello, se avino tranquilamente a que nuestro pueblo padeciera casi cuatro
  décadas de tiranía. ¿De qué necesario agradecimiento habla Aznar? ¿Del de los
  franquistas?  EEUU no ha ayudado al pueblo español a liberarse ni de
  dos tiranías, ni de una, ni de media. Pero vuelvo al comienzo: la Historia ni
  impide nada ni obliga a nada. Las alianzas del tiempo actual deben
  establecerse con criterios del momento presente.  Y ahí está la cosa: que había que oponerse a la Guerra
  de Irak por razones de ahora mismo, al margen de los agradecimientos o los
  agravios históricos que cada cual deba o guarde. Y de los que Aznar parece
  saber tan poco.  [Es
  copia del artículo publicado por El
  Mundo el 5 de mayo de 2004.] Para
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   Lo diferente no es igual  | 
 
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   JAVIER ORTIZ Hay dudas de que pueda hacerlo, porque la normativa
  europea sobre el IVA deja escaso margen de libertad a los estados miembros.
  Pero, con independencia de lo que finalmente pueda hacer, cabe discutir sobre
  si lo que dice que quiere hacer está bien, mal o regular.  Muchos supuestos amigos de la cultura -muchos que hacen
  su fortuna gracias a la mal pagada aportación de los demás a la cultura- se
  han declarado alborozados. No me extraña.  La producción musical es sólo
  en parte un fenómeno cultural, en sentido estricto. El grueso de la industria
  del disco -que es con diferencia la que más dinero mueve dentro del sector-
  está en manos de grandes consorcios multinacionales que trabajan con
  criterios semejantes a los manejados por los fabricantes de automóviles, de
  detergentes o de ordenadores. Sus beneficios responden a factores parejos.  Por lo general, ni siquiera son firmas propiamente discográficas. Con frecuencia se trata de divisiones de grandes emporios que trabajan en campos muy variados de la actividad económica, no necesariamente circunscritos a la industria del ocio. ¿Qué tiene de cultural el modo en que reparten sus
  beneficios? El porcentaje que va a parar a los compositores y los intérpretes
  es ridículo.  ¿Qué tienen de culturales los criterios con los que
  promocionan o condenan al ostracismo a los artistas? Nada: para ellos sólo
  vale lo que vende, es decir, lo que ellos creen que puede vender, es decir,
  lo que ya antes ha vendido.  Lo suyo es un top
  manta elevado a la enésima potencia y con la Policía a favor.  Quienes necesitan protección en España no son las
  multinacionales de la producción musical, que se las arreglan a las mil
  maravillas sin necesidad de más ayuda, sino los artistas -de casa y foráneos-
  que no se amoldan disciplinadamente a los parámetros del show business. Ellos y las empresas de medio pelo -o peladas del
  todo- que se rompen los cuernos para llevar al mercado productos de calidad,
  cuidados, capaces de recoger las tradiciones más dignas y, a la vez, de
  innovar. Empresas amantes de la música -las hay, lo juro- que se ven
  obligadas a competir en la feria del chumpachumpachún en condiciones de
  bochornosa desigualdad.  ¿Ayuda? Claro. Pero para los artistas que la necesitan
  para no ahogarse en la fosa séptica de un mercado en el que sólo emergen a la
  superficie los detritus más livianos. No para las multinacionales que
  fabrican discos como quien enlata cervezas.  Ayuda, sí, pero para las empresas locales dignas. Y no
  por locales, sino por dignas.  Nada hay tan injusto como tratar igual lo desigual. Y
  eso es exactamente lo que está proponiendo la ministra. [Es
  copia del artículo publicado por El
  Mundo el 1 de mayo de 2004. Por un error de cortar y pegar, en la edición digital del periódico aparecen «bailados»
  los tres primeros párrafos de la columna] Para
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Columnas publicadas con
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[y no
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. Segunda quincena de julio de 2003